Detective Conan: black iron submarine

Un año después de que Detective Conan: la novia de Halloween llegara a salas, Conan, el joven detective anclado a su apariencia de niño, vuelve en una aventura trepidante con viejos conocidos y un caso de relevancia internacional. La nueva propuesta de la franquicia no propone grandes novedades, pero sigue fiel en hacer accesible para todos –seguidores y desconocedores– la obra creada por Gōshō Aoyama.

Con un arranque enérgico, pronto todos los personajes y las piezas son dispuestos de forma oportunista para que estén ahí donde es necesario que se encuentren: “La Boya del Pacífico”. De este modo, la presentación de este gran complejo de la Interpol, que está a punto de dar un salto de suma importancia para la seguridad mundial, pronto supone el lugar idóneo para despertar toda la acción, la intriga y el thriller que se irá desatando en la trama.

Sin ser el mejor caso en el que Conan se haya visto envuelto en cuanto a suspense corresponde, sí que consigue mantenerse como una grata pieza de entretenimiento. Además, siempre con la inclusión de alguna situación más o menos verosímil, el constante devenir de acontecimientos, la dinámica animación y el ritmo ágil avanzan hacia un clímax vibrante donde, nuevamente, el misterio resulta más flojo en favor de una acción con mayor protagonismo.

Tras todo ello, esta entrega refuerza los valores de amistad, valentía y compañerismo que venían mostrando las anteriores películas, mientras introduce otros de actualidad sobre los que reflexionar seriamente. Entre ellos, se plantean cuestiones de ciberseguridad, los dilemas y la concienciación en torno a la manipulación de imágenes y el respeto intergeneracional.

Firma: Yoel González