Las señas de identidad de Aronofsky se diluyen en este rocambolesco thriller que no da descanso al espectador y lo mantiene inmerso en la acción de principio a fin. Aunque superficial y plana, consigue su cometido de entretener.
Al igual que con su anterior película, La ballena, Darren Aronofsky recoge la adaptación que un autor (Charles Huston en este caso) hace de su propia obra y se lanza a dirigirla. Queda así, en el presente caso, la que quizás sea su obra más convencional hasta la fecha. El cineasta se diluye en una propuesta más accesible para el público adulto general, dejando de lado el carácter funesto e incluso surrealista de su filmografía más destacable.
Bala perdida pone todas las cartas sobre la mesa desde el comienzo y persiste en un ritmo acelerado que busca no dar descanso al espectador y mantenerlo en constante distracción. El argumento se va cargando por acumulación de hechos descabellados hasta dinamitar, aunque por el camino peca de utilizar el mismo flashback (una tragedia pasada que el protagonista sigue arrastrando de forma inverosímil) y machacar con el béisbol. Eso sí, cuando llega el final explosivo, Aronofsky lo sobrelleva convincentemente y coherente con el tono preestablecido.
El film se acaba viviendo como la persecución eterna que plantea y deja la sensación de que, sobre todo, la intención principal del director era pasárselo bien rodando (con la contrapartida que eso conlleva para la solidez del resultado final). Esa misma sensación transmiten cada uno de los sobresalientes actores que dan vida a los caricaturescos personajes, especialmente un carismático Austin Butler, que brinda honestidad a Hank, ese don nadie que se ve envuelto en un lío rocambolesco y con el que la audiencia no puede evitar empatizar.
Más allá del mero divertimento pasajero, Bala perdida no profundiza en nada más ni presenta novedad alguna. Incluso en lo temático –de entre lo que se podría llegar a exprimir un tanteo sobre la necesidad de dejar de huir del pasado y enfrentarse a él para avanzar–, no se consigue extraer gran cosa. En definitiva, es un visionado más para pasar el rato.
Firma: Yoel González
Después de que su sueño por convertirse en una estrella del béisbol se viera frustrado en el instituto, Hank acabó mudándose a Nueva York, donde ha conseguido estabilizar su vida: está independizado, tiene un trabajo cómodo en una taberna y una novia fabulosa. Sin embargo, cuando su vecino punki Russ le engatusa para cuidar a su mascota durante unos días, el pobre Hank se ve atrapado en un conflicto entre bandas. Todos creen que oculta algo, pero él solo quiere salir de ahí y ver a su equipo favorito alcanzar la victoria en el campeonato.