Víctor Ros (T2)

Llega la segunda entrega de esta ficción basada en las novelas de Jerónimo Tristante. Ambientada en la frontera entre el siglo XIX y el XX, Víctor Ros no ha mejorado en el manejo de los cromas y los decorados de exterior diseñados por ordenador –hecho que ya destacamos en la temporada anterior– pero, a cambio, conserva la gran ambientación de interiores y vestuarios que nos regaló en su primera edición.

Con un argumento más sencillo que sorprendente, el caso central lleva a los protagonistas a salir de la capital y a sus creadores a poder representar la vida campestre, a los forajidos de la época y las diferencias entre las clases sociales de hace ya más de un siglo. No obstante, la trama, sin ser tan oscura como la pasada (el asesinato en serie de prostitutas), no consigue evitar ciertos aspectos que llevan a la serie a excluir de su público potencial a los más jóvenes.

El peso recae sobre un Carles Francino que, excepto en momentos puntuales y quizá más por culpa de los diálogos que por su interpretación, resuelve la papeleta con convicción, al igual que el resto del reparto al que se han incorporado veteranos como Paco Tous o Edu Soto, siempre solventes. Otro cantar es Paula Prendes que queda pendiente de examen, a ver si por una vez se puede justificar este fichaje por su capacidad interpretativa, en vez de por su físico. Como se ha apuntado, la serie flojea en sus réplicas y en alguna pista (o hilo argumental) mal llevada, aunque sorprende para bien en sus escenas de acción (en especial en la peleas) y, a final, si uno no es muy exigente, se consigue entrar en las aventuras de este Sherlock a la española.

La temática policíaca también ayuda a confiar en este producto que resulta una excepción en la producción española. El resultado, sin ser para todos los públicos y gustos, es razonablemente aceptable para distenderse una noche cualquiera frente al televisor. Además, no crea adicción.

Firma: Mar Pons