The walking dead (T2)

Segunda temporada de la apuesta que Frank Darabont hizo hace un año por el famoso cómic de Robert Kirkman. El estreno de esta nueva tanda, ahora de 13 capítulos, consiguió 7,3 millones de espectadores en Estados Unidos, lo que ha significado la mejor audiencia en la historia de los estrenos por cable. En España, a través del canal de pago Fox, logró 433.000 fans frente al televisor; algo nada despreciable en el contexto del resto de cadenas en abierto. Y en La Sexta casi ha alcanzado los 2 millones de audiencia en su primer día.

El estilo que sigue imperando -ver The walking dead (T1)– abraza la violencia de hacha y sangre en varios momentos del capítulo (los seguidores freakis necesitan sus dosis), pero sin manchar completamente lo que más importa: el retrato de unas vivas (en medio de muertos) relaciones entre personas con miedo, en un mundo en completa crisis apocalíptica. Las pasiones alcanzan cotas muy altas, pero siempre obtienen su matiz y contrapunto en la reflexión sabia de unos o en la decisión valiente de otros. Un artificial triángulo amoroso, que pone en juego las cartas de la fidelidad en la amistad y el amor; vínculos paterno-filiales entre no consanguíneos; nuevas oportunidades; responsabilidad en el liderazgo; actitudes positivas o no cooperativas y la pugna entre grupo e individuo constituyen algunas de las bazas del equipo de guionistas.

Hay acción, pero no a borbotones. Más bien se trata de una acción externa dilatada en cada episodio. Y ésta convive, bajo el abrasante sol que cubre a los personajes, con múltiples acciones y conflictos internos y de relación. Así, la realización combina algunas secuencias de persecuciones o lucha, con prolongados momentos de tareas en apariencia cotidianas (buscar comida, organizar el material, recoger agua…), que esconden un hervidero de vínculos en creación o descomposición. En otro orden de cosas, cabe decir que una iluminación radiante coopera a un retrato irónico de una las peores pesadillas, las que se viven de día y despierto.

Entretenimiento de carne y hueso. Sin bromas.

Firma: Lourdes Domingo