Guillermo de Toro (El laberinto del fauno) se pone al frente, en la dirección y en la redacción de los guiones, de esta producción basada en la primera novela de la Trilogía de la Oscuridad, coescrita por él mismo y por el autor estadounidense Chuck Hogan. The Strain reúne elementos de varios géneros de ficción. El terror, la ciencia ficción y el cine apocalíptico se encuentran en esta serie de corte adulto y sangriento.
Una nueva raza, entre Alien y el Conde Drácula, viene para extenderse como una plaga mientras aniquila a los terrícolas y son pocos, pero escogidos, los humanos que deciden dar caza a su responsable: El Amo. Un ser oscuro y manipulador que cuenta con poderosos aliados y muchos recursos a su alcance.
Con este preámbulo, la serie da lo que promete: acción, sangre y seres repugnantes. Pero The Strain va más allá para jugar con el terror también psicológico y con los dramas personales de los diferentes personajes. De este modo, no se trata tanto de sufrir por que sí, que también, sino de vivir con los protagonistas la terrorífica y angustiosa sensación de impotencia ante un enemigo mucho más poderoso. Este adversario, además de contar con una naturaleza superior en muchos aspectos, sabe utilizar la debilidad humana en su provecho, lo que propone ciertos temas de reflexión sobre los límites de la ética y la moralidad.
Tampoco es que la serie pretenda un discurso filosófico, aunque lo posea y lo utilice, no obstante, esta “trascendencia” da credibilidad a unas tramas que, de otra forma, serían superficiales y la acción muy próxima al género gore. El sentido de la familia, el amor, lo que el ser humano es capaz de hacer por los que quiere o por un amor desmesurado a sí mismo, al igual que el poder o el heroísmo sin titulares son algunas de las recetas que ya se despachan en los primeros capítulos.
Con una estética y una narración muy cinematográfica, The Strain apuesta por la paciencia del espectador y sirve mucha información de golpe para ir desgranándola poco a poco. La historia avanza con cada capítulo, pero sin atropellos, y cada final ofrece un cliffhanger (escena inacabada) para convencer a la audiencia de que vuelva la semana siguiente. Sin olvidar que se trata de una estrategia peligrosa en nuestro país (aquí somos más de tramas capitulares) los cierres de cada episodio son sugerentes y cautivadores.
Si el espectador ha pactado con la serie y su sangriento propósito, solo le queda seguir los pasos de unos personajes verosímiles en una historia lógica en su fantasía que irradia oscuridad y congoja. Quizá, en un errado cálculo de tempos, destacan algunas semillas puestas antes de tiempo o lapsus (como el brutal asesinato masivo en Unidad Forense que tarda demasiado en descubrirse, el terco menosprecio hacia el profesor Setrakian, la visita al padre de la niña resucitada, …) que o expulsan momentáneamente de la historia o llevan al espectador a pensar más rápido que los personajes y eso hace previsibles (o tardías) algunas escenas.
The Strain entretiene y asusta, por su forma y por su fondo, convence por su subtexto más humano y se convierte en una opción nocturna por falta de competencia similar y, en general, por ausencia de ofertas aceptables en el mismo horario televisivo.
Firma: Mar Pons
Un Boing 777 ha aterrizado en el aeropuerto JFK, en Nueva York. Los motores apagados, el silencio en la cabina, la puertas cerradas y la ausencia de actividad hacen pensar a las autoridades aeroportuarias que algo ha pasado.
Como primera medida, el jefe del equipo antiplagas de la ciudad, Ephrain Goodweather entra en el avión para averiguar qué ha ocurrido con la tripulación y los más de 200 pasajeros que venían desde Berlín. Al encontrar sólo a cuatro supervivientes y ninguna prueba de agresiones físicas, la conclusión es pensar en algún virus mortal. Sin embargo, las presiones del mercado bursátil y de los políticos acaban por diluir el suceso en un accidente puntual de la aerolínea. Aunque, lo que ocurre en realidad es mucho más grabe y más peligroso, no sólo para la ciudad de Nueva York, sino para toda la raza humana.
