La ventaja de Scandal es que se nutre de diversos géneros propios de la ficción seriada, el drama, el romance, la investigación o el thriller, sin llegar a decantarse por ninguno en concreto. Además, sus tramas se desarrollan desde diferentes actividades profesionales: relaciones públicas, abogados, políticos, espías, militares o periodistas, por citar los más recurrentes. Esta variedad puede enriquecer el producto, como es el caso, si se sirve con mesura y coherencia.
La primera temporada, compuesta sólo por siete capítulos, mantiene el ritmo y la capacidad de sorprender por la variedad de sus propuestas, la tensión del misterio y los interrogantes que se plantean. Los conflictos se suceden con naturalidad y permiten que las historias avancen despertando en el espectador el interés y la complicidad. Del mismo modo, los personajes, enigmáticos desde su presentación, progresan poco a poco y de forma creíble dentro del universo increíble de Scandal.
La siguiente entrega, sin embargo, es la decisiva para reafirmar o dar por perdida la fidelidad del espectador. En los 22 capítulos que conforman la segunda temporada, las historias se desenvuelven en un espacio mucho más personal y dramático. Los protagonistas evolucionan, quizá con demasiada rapidez, y los asuntos del pasado enturbian el presente. Emergen las verdaderas identidades y los métodos se tornan desquiciados y traumáticos. Con todo, sigue sorprendiendo por sus giros inteligentes e inesperados.
En su aspecto formal destaca la rapidez de sus diálogos, el ritmo acelerado de las escenas, los fogonazos fotográficos y la capacidad de ubicuidad de los personajes. De fondo, una manía transgresora a favor de los homosexuales (algo desfasada en la época actual y chirriante en la trama general) y una tensión sexual, resuelta esporádicamente, como recurso central de la vertiente romántica de Scandal.
En su cariz dramático, la serie propone una andadura por los vericuetos de la moralidad, el bien común, los intereses políticos, las ambiciones, los sacrificios personales y la opinión pública. Scandal es el lugar perfecto donde los fines justifican cualquier medio y donde cada acción tiene sus consecuencias.
El futuro de esta ficción se encuentra precisamente en su origen y es que su creadora, Shonda Rhimes, lo es también de la incomprensiblemente aclamada Anatomía de Grey. Una serie donde las tramas y los personajes ya nacieron extenuados pero agonizaron durante, por ahora, diez temporadas. Esperemos que Scandal acabe antes de perderse en el detestable laberinto de la banalidad o, en el mejor de los casos, sepa contener la historia para nutrir de contenidos interesantes las entregas venideras.
Firma: Mar Pons
Olivia Pope, tras dejar su trabajo como Directora de Comunicación de la Casa Blanca, se decide a crear su propia empresa. Pope y su equipo son especialistas, los mejores, en proteger la imagen pública de la élite de los Estados Unidos. Con ella, los secretos más oscuros de sus clientes están a salvo.
Harryson, Abby, Huck y Quinn son la nueva familia de Olivia Pope, cuatro jóvenes que darían la vida por su jefa, a quien deben lo que son, para bien o… para mal. El equipo sacará adelante este nuevo gabinete de resolución de crisis donde acuden sospechosos de asesinato, víctimas de chantajes, extorsiones y persecuciones o testigos de corrupciones políticas y empresariales.
Al margen, el Presidente de los EE.UU., Fitzgerald Grant, y su gabinete no pueden dejar de recurrir a Olivia cada vez que se enfrentan a un “problema”. Con todo, el mayor reto de esta imparable mujer es ella misma y el hecho de tener que asumir una tormentosa y secreta historia de amor.
