La serie millonaria (600.000 euros por capítulo) de Telecinco llega a la pequeña pantalla con gran despliegue publicitario y habiendo creado mucha expectativa entre los espectadores habituales de la cadena y foráneos. El estreno no defraudó en números, casi 3 millones y medio, pero sí a la mayoría de los que opinaron sobre ella a través de Twitter, a la crítica “internauta” y a los expertos, cuya reprobación se ha ganado
Piratas es una prueba más de que un gran presupuesto no es sinónimo de calidad. Es evidente que la mayor parte de la inversión se destina a los rodajes en exterior, a los efectos especiales y a una ambientación complicada y rebosante en detalles. Las migajas, como siempre, para el guión. Pero vamos por partes.
Los magníficos parajes gallegos acogen esta lucha entre nobles, autoridades civiles y piratas. La base de los conflictos no descubre novedades al género, simplemente coge de él lo que ya existe y lo empaqueta con la inconfundible marca de Telecinco. De esta forma, los nobles corruptos, los guardias fieles a la justicia, los listillos que mangonean de donde pueden, los piratas enfadados con la vida en general que enloquecen ante cualquier atisbo de moralidad y las mujeres faltas de escrúpulos y pudor se mueven entre la riqueza de la nobleza y la suciedad maloliente de los corsarios.
Al guión le falta el ritmo de una buena historia, de una idea singular con un propósito concreto. Es, de hecho, una sucesión de tramas tan poco atrayentes como típicas: los malvados piratas en busca de un tesoro oculto, la autoridad corrupta que pacta con los corsarios para saciar su ansia de poder, la bella mujer en apuros (en este caso más de una), el honrado capitán de la guardia que vela por la seguridad de los nobles, la madre malvada que maneja los caprichos de su hijo -el intendente falto de ética y desalmado- a su antojo y, por último, el hijo poco ejemplar de un modélico general ya fallecido, cuya diversión es mancillar el honor de hombres casados y que se ve envuelto en la trama por aquellos “azares” del guión. En este conjunto de propuestas se desvela el deseo de tener una trama lo suficientemente rica en posibilidades como para poder estirar el guión todo lo necesario en caso de éxito. Mientras tanto, el espectador se queda con las migajas de lo que pudo ser una buena narración.
En el ámbito de las interpretaciones no hay opción de ofrecer una valoración general. En Piratas, se dan cita grandes actores y debutantes mediocres y, sin necesidad de guiar el ánimo del lector, cabe afirmar que son reconocibles al instante. Unas actuaciones empequeñecen a las otras y la quebradiza historia no ayuda. Se trata, por tanto, de un reparto irregular en el que destaca la necesidad de recurrir a reclamos como el desnudo y la sugerencia sexual para ocultar la falta de habilidad interpretativa de algunos de ellos, especialmente de las mujeres. Un vez más, el género femenino se ve menospreciado con los papeles menos interesantes y más vulgares.
Mención aparte merece el protagonista Álvaro Mondego, papel interpretado por Óscar Jaenada, sin duda inspirado en el inimitable Jack Sparrow. Mondego recoge del ya clásico pirata de la saga de Disney las características más evidentes: su sentido del humor, su despreocupación total por el prójimo, su carácter abierto y poco reflexivo y una forma peculiar de afrontar los problemas. De la misma forma, le vemos correr, hablar y actuar al estilo Johnny Depp. En casos muy contados, la producción española sale vencedora si se enfrenta a un producto estadounidense y no es de justicia hacer este tipo de comparaciones. Pero cuando los propios creadores utilizan tantos recursos para introducir el en imaginario del espectador el mundo reconocible y aclamado de Piratas del Caribe, el duelo está servido. Jaenada hace lo que puede en esta comprometida situación y, a pesar de que no cumple con la expectativas, hay que reconocerle el mérito de intentarlo con algún acierto esporádico.
Por otro lado, el carácter evidente de los personajes, que ofrecen de sopetón toda su idiosincrasia sin dar opción a la insinuación, manifiesta una torpe exposición de los mismos que impide al espectador la identificación y paraliza la imaginación negándoles, además, la posibilidad del misterio y el crecimiento a lo largo de la trama.
A pocas semanas de estrenarse la cuarta entrega de Piratas del Caribe, y con la gran similitud que se desprende de la marca creada por Telecinco, Piratas parece más una propuesta de cómic que una apuesta por la calidad. Con una temporada inicial de 8 capítulos, habrá que esperar a que la audiencia dicte su veredicto. La crítica ya ha hecho el suyo. Esperemos que estos piratas zarpen cuanto antes a los mares del olvido y allí, encontrando su personalidad, arreglando sus carencias y sustituyendo sus vergüenzas, pueda volver para ofrecer una historia de verdad.
Firma: Mar Pons
Ambientada al segle XVIII, Piratas, la nova sèrie de Telecinco narra les aventures i desventures d’Álvaro Mondego (Óscar Jaenada), un descarat membre de la noblesa amb múltiples deutes pecuniàries i d’honor a les seves esquenes, la carrera de les quals com incansable seductor es veu truncada quan, enrolat per força en una missió per a la Corona, és capturat per la tripulació pirata del capità Bocanegra (Aitor Mazo) i la seva filla Carmen (Pilar Rubio), que posseeix les claus que condueixen a un llegendari tresor.
A partir d’aquest instant, Mondego, acompanyat d’Esteban (Miguel Ortiz) -un sastre amb un peculiar sentit de l’honor- i Antón (Áxel Fernández) -un nen amb una especial habilitat per a l’aprenentatge-, entren en una lluita pel botí.
