Los Borgia

La familia Borgia y su paso por este mundo ha dado a la literatura y al cine un sugerente tema sobre el que se han rendido los escritores de ficción más que los historiadores. Y no es de extrañar, ya que la conjunción de hechos reales, Iglesia Católica, corrupción, poder y lascivia son un reclamo seguro y un detonante para las mentes imaginativas y sin conciencia de responsabilidad.

Hace tiempo que la censura quedó atrás y la Iglesia Católica superó tan deprimente episodio. Sin embargo, cuando uno juega con la narración de sucesos reales y con una institución mundialmente reconocida, sabe que, además de implicar emocionalmente a muchos de sus posibles espectadores, pone en entredicho la fama y las finalidades de los que actualmente forman parte de ella y es práticamente imposible no tomar parte en uno u otro bando. En esta ocasión, Michael Hirst, que ha mostrado su afición por las sagas poderosas en producciones como Los Tudor o Elisabeth, ha tomado claramente el suyo.

A esta ficción, tan aclamada en su país de origen, se le presupone, como mínimo, un buen trabajo de documentación que queda en entredicho cuando uno de sus personajes, fiel servidor y asesino a sueldo de la familia protagonista, afirma que el sexto mandamiento impide matar. Con esta perla que muestra el desconocimiento total de los diez mandamientos, o por lo menos del quinto y el sexto, ¿querrán darnos a entender que se trata sólo de una serie más?

Del conjunto de la narración se desprende la intención de la misma. La evidente muestra de hechos tan humanamente detestables como el asesinato, el chantaje, la humillación, el engaño y la codicia se unen a una explícita exposición de escándalos como las relaciones sexuales que mantienen los miembros de la curia, incluido el Papa, las relaciones incestuosas entre dos de los vástagos de Alejandro VI (uno de ellos es clérigo), la hipocresía de aquellos que dicen servir a Dios mientras deshonran su nombre y las confesiones más parecidas a un chat de citas eróticas que a un sacramento, entre otros. En definitiva, un derroche de buenas intenciones.

A poco que se profundice en la historia real de los hechos narrados en esta serie, queda de manifiesto la dificultad de plasmar en una ficción televisiva lo complicado de un hecho histórico (escasamente documentado en algunos temas) con veracidad y honradez. La vida de Rodrigo Borja, su carrera dentro de la Iglesia Católica hasta ocupar el trono papal y su cuestionable mandato fueron el resultado de un complejo mundo renacentista en el que los Estados pontificios poseían, además de la fuerza moral de la religión mayoritaria, un poder secular desmesurado e inapropiado.

Lo más destacado es lo más evidente. En Los Borgia, se narra una historia coherente y se muestra con una buena factura visual, con una impecable ambientación, en la que se recrean hasta los más mínimos detalles; la belleza de los decorados, el acierto de los escenarios, el reparto convincente y la estelar actuación de Jeremy Irons en el papel protagonista.

Firma: Mar Pons