Imperium

Imperium llega con el aval que le proporciona la audiencia de su antecesora, Hispania. Sus creadores confían en el producto anterior de esta serie ambientada en Roma en el siglo II a.C., y por eso, conservan a la mayoría de sus personajes. Galva, Claudia, Marco y Quinto ya son conocidos por el espectador de Hispania y, en esta ocasión, entablan una guerra encubierta de venganzas y traiciones.

Como viene siendo habitual, la ambientación resulta aceptable -omitiendo alguna escena en la que se pone de manifiesto la falta de recursos, en especial cuando se filman secuencias de muchedumbres en el exterior- y, no en vano, se descubre el esfuerzo de rodar en exteriores bastante convincentes para lo cual, el equipo se ha trasladado a los estudios romanos de Cinecittà.

Tanto afán técnico y visual afecta a la narración de la historia que resulta repetitiva y poco sorprendente. Las acostumbradas maquinaciones de los poderosos, la infidelidades y deslealtades a cualquier nivel y el empeño para conseguir poder son la base de unas tramas que no logran fascinar ni estar a la altura del esfuerzo y la inversión que requiere esta producción. Aunque el punto de partida tiene posibilidades, los guionistas avanzan con cautela, tejiendo los argumentos con los recursos de siempre, sin alterar ni proponer novedades al género.

Como bien es sabido, la falta de una buena historia que contar no puede nunca sustituirse por los grandes efectismos visuales y, si se cae en esa pretensión, el resultado es un producto vacío y carente de interés. A lo sumo Imperium entretiene y atrae por sus personajes.

En este punto cabe destacar la interpretación aceptable de la mayoría de los actores, aunque en papeles reacios a la evolución y a la seducción intelectual. De hecho, se recurre en exceso al plano físico para cautivar al espectador. En este sentido los ambientes atrofiados de una Roma desfasada por los vicios, los lujos que otorgan la riqueza y el poder, la lucha por la supervivencia y el lugar que ocupaban las mujeres y los esclavos en la época que se pretende narrar se convierten en la excusa perfecta para una exhibición reprochable de violencia y sexo.

Los protagonistas “guapos” lucen torso, ya sea en la arena del circo o en los baños públicos, y la féminas tardan menos en quitarse la ropa que en maquinar algún astuto plan de venganza. Sin duda, se busca en la atracción física y visual lo que no se ofrece en el campo narrativo, cultural o intelectual. Imperium es un esfuerzo más por hacer una serie que atraiga a una audiencia mayoritaria, con pretensiones de autenticidad histórica, que no logra acercarse, ni de lejos, a un producto de calidad. Para ello habría que hacer una reforma completa de diálogos y guiones, por lo menos.

Firma: Mar Pons