El estreno de En el corazón del océano supone el relevo a la exitosa El tiempo entre costuras. Esta circunstancia no es baladí, ya que, con ello, se pretendía mantener a la suculenta audiencia que proporcionó la adaptación de la novela de María Dueñas. Sin embargo, y aunque se contara con otra superproducción, esta nueva adaptación –en este caso de la novela de Elvira Menéndez– no sale beneficiada si se la compara con su predecesora.
En esta serie, compuesta por seis capítulos, se pretende más de lo que se da. Se pretenden grandes ambientaciones (para las cuales se trasladó al equipo de rodaje a Colombia) y se dan escenarios poco creíbles con tomas de poca altura técnica y secuencias a cámara lenta que desconciertan por lo impropio de su utilización y ubicación en la trama.
Tampoco se descubre nada nuevo en el elenco protagonista. No convence porque las actuaciones no tienen matiz y los personajes se dibujan inestables y livianos. De entre todos, Álvaro Cervantes (Luna nueva) lo tiene fácil para destacar, pero tampoco puede lucirse con un papel tan predecible.
Basado en una historia real, el guión, alargado sin duda para producir tanto metraje, no sabe de sugerencias ni de retos intelectuales. Como siempre, se le da al espectador la historia bien machacadita para que no tenga que pensar. Y ese exceso acaba por aburrir. En esta serie la evidencia está omnipresente: en la trama, en los diálogos, en las actuaciones de los personajes y en la resolución de los conflictos. De igual forma, las relaciones sexuales se muestran sin filtros y sin porqués en unas historias que, pretendiendo ser románticas, acaba por parecer eróticas.
Con todo su esplendor, rodajes en la selva colombiana, 360 trajes de época enviados desde España y cientos de extras (entre humanos y animales), En el corazón del océano, que llega casi tres años después de su grabación, se queda lejos de impactar y convencer. Lástima que tanta inversión no haya recaído en la escritura de un buen guión.
Firma: Mar Pons