Corrupción, narcotráfico, choque de culturas, venganzas y amores prohibidos son la base argumental de esta historia que brinda Telecinco. Con estos elementos se podría construir una buena serie, entre el drama y la acción, en la que descubrir situaciones –reales o ficticias– sobre conflictos culturales, sociales, raciales y de poder. Con ellos debería enfrentarse el ser humano, con lo mejor y lo peor de su esencia, para desvelar y conformar una apasionante historia de contrastes y tensiones. El Príncipe lo intenta, pero no lo consigue.
Se reconoce en la serie la voluntad de innovar en las tramas, romper con la monotonía de la comedia costumbrista y recuperar el género de acción. También el esfuerzo del rodaje en exteriores (a pesar del croma) y la decisión de introducirse en el conflictivo mundo musulmán. En todo esto, lo difícil es salir airoso y no caer en los clichés, tanto argumentales como de personajes. El Príncipe lleva poca andadura y ya se verá cómo evoluciona. Sin embargo, las bases están puestas y no parece que se vaya a sorprender al espectador con un minucioso trabajo de guión o de caracterización; lo cual es una lástima.
Los polis corruptos, los narcos que desprecian a cualquiera que no sea de su sangre, los musulmanes radicales, los que se han “modernizado”, los cristianos que no son cristianos, las dobles vidas y los fines que justifican los medios, todo ello pasa superficialmente por unos personajes que no tienen –o no transmiten– fuerza dramática para convencer. No se da tiempo para que el conflicto cuaje, madure y su explosión sea convincente. En El Príncipe las cosas pasan deprisa, para que el espectador no se aburra. Pero esas prisas matan la historia.
Otro tanto ocurre con el gran gancho emocional: un amor prohibido gritado a los cuatro vientos en los primeros minutos del primer capítulo, en una escena y con unos primeros planos bochornosos. ¿Por qué hay series en las que son capaces de aguantar más de cinco temporadas la tensión entre los protagonistas y nosotros tenemos que resolverla en dos capítulos? En fin, el flechazo entre Morey (Álex González) y Fátima (Hiba Abouk) resulta inverosímil y desprende más carga sexual que sentimental.
Por otro lado, la malograda doble vida de Fran Marcos (José Coronado) tampoco consigue persuadir ni dar paso a la compasión. La brusquedad de su exposición y la, una vez más, prisa por presentar a uno de los protagonistas impiden la empatía con el espectador. En conjunto, los actores no convencen. Con alguna excepción, El Príncipe en su faceta artística parece un desfile de modelos venidos a actores de segunda que se contentan con lucir ojos verdes y un buen físico. Claro que éstos tiene su público, pero no por actores.
Firma: Mar Pons
El Príncipe es la puerta europea del hachís marroquí. Se trata de la barriada más peligrosa de Ceuta, en la que conviven musulmanes y cristianos, policías y traficantes. Francisco Marcos lidera la comisaría por la que van y vienen los jefes de la Península, sin llegar a quedarse. Javier Morey ha sido el último en aparecer, su traslado desde Madrid no es casual: además de ser el nuevo jefe de la comisaría, trabaja como agente infiltrado del CNI para desarticular una banda de reclutamiento de terroristas y, de paso, limpiar el cuerpo de policías de miembros corruptos.
Lo que empieza como un choque de fuerzas entre Morey y Fran acabará siendo algo más que una pura relación laboral, ya que los dos policías tendrán que lidiar contra un mismo rival: Faruq Ben Barek.
Faruq dirige uno de los canales de narcotráfico más importantes de la zona. Respetado por unos y temido por otros, este musulmán se opondrá rotundamente a la historia de amor incipiente entre su hermana Fátima, prometida a su primo Khaled, y el nuevo comisario Morey.
Por su parte, Morey centrará toda su atención en el caso de la desaparición del hermano de Fátima, Abdessalam; caso en el que Fran está secretamente involucrado y, si se llegase a descubrir su implicación, podría perder no sólo su trabajo sino su vida.
