Aunque su presentación puede relacionarla con los longevos culebrones de los 80 como Dinastía o Santa Bárbara, la serie sigue por otros derroteros formales más cercanos a los dramas-cómicos disfuncionales que la nueva oleada de series norteamericanas trae de vez en cuando.
Su creador, Craig Wright, ha sido guionista de series como Perdidos, A dos metros bajo tierra (de donde proviene el actor protagonista) o Cinco hermanos. De hecho, estas dos últimas producciones ya empezaban a adentrarse en la disfuncionalidad de cierto estereotipo de familia americana por la que ciertos productores sienten pasión inspiradora. Además, entro otros de sus productores ejecutivos está el prolífico Bryan Singer (Sospechosos habituales, X-men, Superman returns, House)
El guión es ágil en la presentación de personajes y, aunque es previsible la tela de araña en la que se está metiendo el protagonista (lo que con el paso del tiempo puede ir en detrimento de la verosimilitud, empatía y fuerza del mismo), la estructura está bien trabada. Cada nueva situación se revela como una nueva tentación para ligar más a Nick con los Darling.
Muchos de los temas, personajes y situaciones se introducen a modo de comedia, al mismo tiempo que el tono de fondo ofrece reminiscencias shakespirianas en torno a los temas como el poder, el dinero y las pasiones humanas en el seno de la familia. Sin embargo, la serie no profundiza ni disecciona con el talento del autor británico, sino que se dedica a poner de manifiesto el caos vital que supone el vivir únicamente motivado por el dinero, el poder, la ira y el deseo, al mismo tiempo que –como suele ocurrir en este tipo de dispositivos escénicos- se deja seducir por esos ambientes y unos ritmos de vida a todo tren.
Por otra parte, la serie deja un regusto amargo tras asistir al desfile de tantas vidas con un patente vacío existencial que, al estar aderezado con el tono cómico, ligero y ambivalente tan propio de la televisión contemporánea, no permiten un juego dramático y moral tan rico.
Firma: Lourdes Domingo
Cuando era niño, Nick vio a su padre rendir su libertad y su propia familia por desempeñar el puesto de consejero legal de la familia Darling. Nick creció en un hogar problemático, donde siempre estaba por detrás de la poderosa familia para la que trabajaba su padre. Por ello, juró que nunca seguiría sus pasos y se convirtió en abogado de los más desfavorecidos.
Después de la misteriosa y repentina muerte del padre de Nick, el patriarca Tripp Darling le ofrece la oportunidad de heredar la responsabilidad de proteger los secretos de la acaudalada familia. El trabajo, con un astronómico salario, permitirá a Nick la libertad de ser un altruista con disponibilidad absoluta para solucionar problemas, actuar de terapeuta, e incluso ser un experto en relaciones públicas.
El poderoso y persuasivo Tripp Darling, dueño de importantes viñedos y casas alrededor de todo el mundo, vive con su atractiva, elegante y elitista esposa, Letitia. Aunque ambos simbolizan el encanto y el dinero americano, también encarnan el escándalo sumado al de sus cinco hijos bastante problemáticos.
