Un juego de caballeros

En busca de un titular atrayente, la serie se le atribuye a Julian Fellowes, conocido por Downton Abbey, un título con el que Un juego de caballeros comparte algunas cosas: historias que llegan al espectador, la delicadeza de su puesta en escena y la construcción de personajes que no pasan sin más y que permanecen en el recuerdo.

Para escribir el guión, sus creadores se inspiraron en hechos reales. No obstante, es interesante destacar que en Un juego de caballeros la realidad se manipula para adecuar el relato a un producto de consumo masivo. Lo cual no es ningún reproche, ya que no estamos ante un documental ni un género informativo. Es ficción y así debe entenderse.

Lo que sí es cierto, y resulta una idea curiosa, es la descripción –a grandes rasgos– del cómo y dónde se “civilizó” este deporte que ha cautivado a tantas naciones. También sorprende comprobar su evolución y pasarse a pensar, por ejemplo, en los sueldos millonarios de los jugadores actuales o en la violencia que se practicaba entonces en el campo sin penalización alguna.

Que no sufra el lector poco amante del fútbol. A pesar de que este título es lo que es, no se olvida de atraer también a aquellos menos “deportistas”. Un juego de caballeros es, además, una historia de honor, de supervivencia, de lucha de clases y de amor familiar.

Pero, sobre todo, es un relato de personajes. Cada uno de ellos representa una batalla personal y es fácil encontrar el nexo que nos une, a pesar de la época y la situación particular. Seguramente, este es el mejor acierto de la serie, que atrapa a unos (futboleros) y a otros (no futboleros) gracias a sus protagonistas y sus vidas.

En este sentido, uno de los mayores aciertos es la suavidad con la que Alma Kinnaird entra poco a poco en la historia y acaba por convertirse en una pieza fundamental. A través de ella, de su drama personal, familiar y de su evolución, observamos a la mujer fiel, luchadora y valiente. Alma es una preciosa dedicatoria para todas aquellas personas comprometidas con hacer de este mundo un lugar mejor, independientemente del precio o los aplausos.

Estamos, en definitiva, ante una miniserie de seis capítulos para disfrutar del primero al último, que parece pasar sin pena ni gloria por la oferta de Netflix pero que, si la descubres, acabas por hablar de ella y, seguramente, recomendándosela a alguien.

Firma: Mar Pons