Un asunto privado

Se aprecia en intento de Bambú por confeccionar un título con toques de originalidad y cierta frescura. Sin embargo, el caso que se llevan entre manos los personajes resulta demasiado sórdido para la audiencia adolescente, a la que le habría venido bien un título como este. La comedia y la sobreactuación, que casa bien con el estilo desenfadado de esta ficción, choca con las prostitutas degolladas, las casas de citas y los cadáveres cenicientos.

Salvando el lado más oscuro de Un asunto privado, todo lo demás es casi un acierto para aquellos que buscan lo que suele ofrecer la productora de Velvet. Una ambientación cuidada, en una época pasada y con ciertos toques de cine clásico y romántico. Y, a pesar, de algunos desajustes en el lenguaje, todo casa en un escenario gallego que es perfecto para el rodaje.

La pareja protagonista, con un gran Jean Reno, en el papel de mayordomo tímido y desubicado, y Aura Garrido, como niña rica, independiente y con ideas propias, es uno de los aciertos principales. También lo es el agente Pablo Zarco, interpretado por Gorka Otxoa, con su ingenua presencia y su influenciable carácter. La peor parada, sin duda, ha sido Ángela Molina que, con su excesivo personaje, poco puede hacer.

La acción, la comedia, el romance se cruzan entre misterios, pruebas y persecuciones. La serie no hace gala de grandes efectos, pero se camufla en la oscuridad para ocultar posibles defectos y la maniobra les sale bien. Además, es agradable ver el esmerado vestuario, los brillantes coches de época, las casas, las fiestas y todo lo que envuelve una época de cuidada estética (en los ambientes adinerados, claro está).

Algunos tópicos y mucha insistencia en el mensaje feminista (tanta que cansa) no dificultan que la acción se suceda con ritmo, la comedia con convicción y el suspense con destreza. Si su audiencia entra en la alocada e inverosímil historia de su protagonista, puede disfrutar durante los ocho capítulos. Y, quizá, al acabar quiera volver a ver a Marina y a Héctor en acción.

Un título que emula a los clásicos, aunque Un asunto privado no llegará a serlo, pero que se ve con cierta ilusión y que brilla más por la ausencia de fallos que por la tenencia de virtudes.

Firma: Mar Pons