The Umbrella Academy (T4)

Como anunciamos en la crítica de las primeras temporada, The Umbrella Academy es una propuesta concreta para un público particular. Durante las siguientes entregas, cuatro en total, la trama general siempre gira en torno al apocalipsis. Un final del mundo ocasionado y, evitado o no, por los hermanos Hargreeves.

Esta historia, que llega a su fin en la cuarta temporada, está basada en los cómics de Gerard Way y Gabriel Ba (iniciados en 2007). Y los encargados de llevarla a la pequeña pantalla, Steve Blackman (Fargo) y Jeremy Slater (Caballero Luna), toman de ellos mucha información pero, con una voluntad poco original de adaptarse a los tiempos, introducen cambios tanto en los personajes como en el guion.

De esta forma, los poderes de los protagonistas se modifican así como algunas líneas argumentales. Como novedad (aunque no debería sorprendernos porque es algo recurrente) la variable identidad sexual de algunos protagonistas obligan a introducir nuevos cambios en el guion y poco innovadoras historias. Todo esto choca con la intención de hacer algo fresco e insólito. Una voluntad que se respira en el resto de la producción.

La música, la imagen, la fotografía, el encuadre, el color, el sonido y los efectos especiales nos proponen un atractivo camino con personalidad, el resto es maleza que ensucia y decolora el resultado. Además, a medida que avanza la historia, mientras algunos personajes crecen (como es el caso de Luther, Diego, Klaus o Cinco) otros, en especial Allison y Vania (ahora Víktor), resultan monótonos e incluso molestos por ese aire victimista que siempre llevan a cuestas.

También es cierto que, de fondo, reina un egoísmo generalizado que, por otro lado, es quien proporciona empuje al guion, incapaz de evolucionar si todos fueran a una y antepusieran el bien común al capricho personal. Se trata de un conjunto de héroes a los que les faltan, casi siempre, las características propias de los seres superiores: capacidad de sacrificio, confianza, autoestima y capacidad de liderazgo. Los hermanos Hargreeves, en general, realizan las cosas a su pesar y solo son modelos de una locura que entretiene y, algunas veces, divierte.

Si conseguimos empatizar con el complejo universo de la academia Umbrella, no hay que intentar entender la serie. Simplemente dejarse llevar por la propuesta y, de esta forma, disfrutar de lo bueno que tiene y obviar el peaje de la ideología que nos envuelve y la necesidad imperante que buscan sus creadores de contentar a unos cuantos.

Firma: Mar Pons