Ted Lasso

En 2013, Jason Sudeikis estrenó un personaje, el entrenador del Tottenham Hotspur, en una campaña que la cadena NBC empleó para publicitar que había comprado los derechos de emisión de la Premier League.

El conocido actor, que entonces estaba trabajando con éxito en el longevo Saturday Night Live de la misma NBC, repitió la promoción en 2014. Y en su cabeza, se quedó con la idea de convertir este esporádico rol en una serie televisiva.

La cosa fue madurando junto a sus amigos Joe Kelly y Brendan Hunt, quien en la serie se reserva el papel de su mano derecha. Los tres acabaron un piloto y trazaron el esquema de una primera temporada.

El empujón final lo dio la entrada en el proyecto del creador de Scrubs, Bill Lawrence en 2017, que también propició la caracterización de Lasso hacia un trazo más fino y completo y menos ridículo.

Y así nació –grabada en Reino Unido pero con sello norteamericano de origen– una serie sobre fútbol que conserva el optimismo de las historias de entrenador de equipo en horas bajas y, en la que, sin embargo, el mismo fútbol no es para nada lo más importante.

Finalista en los Globos de Oro (a mejor serie comedia-musical y al mejor actor de comedia), Ted Lasso aprovecha los recursos que genera un relato de cambio de cultura con sus equívocos verbales, culinarios, sociales y demás. El juego con los contextos trastocados y el acabar fuera de lugar son un hilo conductor que no se desperdicia, aunque tampoco se apura hasta extenuar.

Quizá, además de esa interacción de lo deportivo (sabiendo que está pensada incluso para quienes odian esta famosa disciplina) con lo cómico, la fuerza de esta producción reside en cómo mezcla lo anterior con el drama y el interés humano.

Algunos de los grandes arcos dramáticos hablan de perdedores o de anteriores ganadores, ahora, en etapas de transición: un mudarse de continente, un abandono matrimonial por una más joven, la vida profesional tras el cenit de la juventud… Este tono gris hace que el entusiasmo existencial que abraza Lasso, y que fatiga por momentos, se atenúe y se haga más real.

Paralelamente, en esos meandros que recorren, con zonas más oscuras, es donde el relato sabe proyectar esperanza, al dar relieve a ese compartir los problemas con otros; a la importancia de relativizar el éxito más visible y dar valor a un triunfo que no responde a las etiquetas convencionales que se le otorgan habitualmente; y, de nuevo, a la certeza de que lo que necesitamos son lazos humanos auténticos y la comunicación sincera con los demás para pasar, de la mano, esos ríos con fuertes corrientes.

Por todo ello, es una lástima que esta serie, que ya tiene comprometidas dos temporadas más, tenga un par de momentos ligeros que, a pesar de que son fugaces, trastocan esa coherencia narrativa y antropológica.

Al mismo tiempo, puede decirse que tiene la duración precisa, esos 30 minutos por capítulo; con un ritmo que no se acelera y permite dar luz a cada personaje, en su drama y en su sentido del humor, haciendo protagonistas a todos, no solo a Lasso.

Puede que, para la audiencia más futbolera, sea una decepción que las resoluciones no sean técnicamente precisas o lógicas. No obstante, la serie de Apple TV deja claro que eso no es lo esencial: en otras secuencias, no deportivas, también se impone la sencillez. No hay intención de ser sofisticados, pedantes o incluso satíricos. Se juega con algo de slapstick, mucho de confusión verbal, pasajes más elegantes y otros un pelín estrambóticos.

En definitiva, una comedia con drama y nada de pesimismo que viene muy bien para esta temporada real que estamos viviendo.

Firma: Lourdes Domingo