Los chicos de Hawkins regresan en una temporada más adulta, divertida y terrorífica que mantiene el buen nivel con el que empezó la serie.
La nueva temporada de Stranger things puede gustar mucho gracias a que se enmarca en uno de los veranos gloriosos del cine: 1985. Estrenos como Los Goonies, Regreso al futuro o El día de los muertos y reestrenos como E.T., el extraterrestre, Gremlins o Los Cazafantasmas inspiran y aparecen durante esta entrega y las que le preceden.
La gran diferencia en la que ahonda es el paso de la infancia a la adolescencia. Los niños han crecido y empiezan sus primeras experiencias en el amor. Cada personaje va a su ritmo y podemos ver como un Will Byers, por ejemplo, pasa olímpicamente de las chicas y solo quiere continuar jugando a Dragones y mazmorras con sus amigos. Los hermanos Duffer retratan de manera acertada el viaje que supone dejar la infancia atrás.
Además de profundizar en la adolescencia, Stranger things sigue apostando por cuidar la amistad, la familia y la sinceridad. El trabajo en equipo es más efectivo y gratificante que tratar de solucionar las cosas por uno mismo y esto se ha reflejado a lo largo de toda la serie.
En Nancy Wheeler veremos pinceladas de reivindicación feminista: su trabajo de prácticas en The Hawkins Post se limita a servir cafés y almuerzos a unos desagradables periodistas que no cesan de humillarla. También Max y El (‘Ce’ en castellano) compartirán momentos de búsqueda de sí mismas alejándose de los chicos.
Nuevos personajes se apuntan a esta aventura: Robin, compañera de Steve en la heladería, o Erica, la hermana pequeña de Lucas que ya conocimos en la temporada anterior, cobran un mayor protagonismo. En cuanto a los villanos, ni la trama del ejército ruso ni la parte sobrenatural llegan al nivel de todo lo demás.
Dos factores que aumentan en esta temporada son la violencia y el humor. Junto con los chicos, la violencia también ha crecido hasta volverse más explícita e, incluso, desagradable. Esto se compensa con más escenas divertidas. A estas alturas ya se conoce bien a los personajes y a muchos de ellos se les ha cogido cariño, por lo que es más fácil que hagan reír al espectador.
Se puede apreciar el minucioso trabajo de ambientación y vestuario, sobre todo en el centro comercial que se ha abierto en la ciudad. Pero es la música que acompaña a los personajes la parte esencial para transportarnos a la época. Destacan canciones como Material girl, Never Surrender, My Sharona, Time after time, Wake Me Up Before You Go-Go… y, por encima del resto, The Neverending Story.
En conclusión, la serie madura con sus personajes y sus relaciones, juega de maravilla con la nostalgia y regala una banda sonora espectacular. Una pena que los malos y lo sobrenatural resulten tan poco interesantes.
Firma: Elena Mira Jarillo
Es 1985 en Hawkins, Indiana, y el verano ya ha llegado. Hay un nuevo centro comercial en la ciudad. La pandilla de Hawkins está dejando la infancia atrás, el romance florece y complica la dinámica del grupo. Tendrán que encontrar la manera de crecer sin separarse.
Pero otro peligro se avecina. Mientras la ciudad se ve amenazada por viejos y nuevos enemigos, Eleven y sus amigos recuerdan que el mal nunca termina; evoluciona. El grupo deberá unirse para sobrevivir y recordar que la amistad siempre es más fuerte que el miedo.
