Promesas de arena

Esta adaptación del libro de Laura Garzón –quien ha participado en el guión de la serie– convoca a varios personajes en el desolador mundo de la guerra y las ONG.

Pese a sus buenas intenciones, la serie se queda, tal como indica su título, en una promesa de arena. O sea, sopla un poco de aire analítico y desaparece el interés por la vida de sus protagonistas.

Nada es creíble y nada resulta interesante en esta narración cargada de tópicos y abusos cinematográficos: espías, contrabando de armas y complots gubernamentales. Por no hablar de lo absurdo de las relaciones amorosas y personales que se establecen en el desierto de Libia.

Y, a pesar de la siempre bienvenida aparición de Blanca Portillo y de Daniel Grao, Promesas de arena es un producto insalvable, se mire por donde se mire. Y, si además escuchamos esos diálogos “incrustados” en la narración, no nos queda otra opción que esperar a que pase la tormenta de arena y vengan mejores promesas.

Firma: Mar Pons