Patrick Melrose

Patrick Melrose tuvo una infancia marcada por los abusos del padre y el desinterés de la madre, por ello se refugió en el alcohol y las drogas hasta convertir su vida en una continua búsqueda de la evasión. Hubo luchas, con éxitos y fracasos, con superaciones y recaídas, con amigos y enemigos y con aciertos y desaciertos. Todo este camino lo recorre Melrose bañado con el lujo que procura el exceso de dinero.

Basada en las cinco novelas autobiográficas de Edward St. Aubyn, David Nicholls (Lejos del mundanal ruido, One Day) en el guión y Edward Berger (Deutchland 83, Jack) en la dirección componen esta sangrante miniserie. El protagonista, el millonario aristócrata inglés, está magistralmente interpretado por un imparable Benedict Cumberbatch (Sherlock, Doctor Strange). De hecho, de no ser así, este relato no tendría ningún aliciente.

La serie destaca la belleza del entorno y, en contraposición, sugiere la decadencia del personaje principal, de su familia y de su existencia en general. No muestra detalles sin un objetivo y relata con crudeza y realismo la oscuridad de un alma que no encuentra sentido a su realidad. La historia es dura y, quizá, poco esperanzadora. Resulta abrumadora en sus primeros capítulos y cuesta ver el beneficio de invertir nuestro tiempo en verla (a parte de disfrutar de la interpretación Cumberbatch). Nadie debe culparse por no llegar al final.

Así, Patrick Melrose se convierte en un relato adulto que ofrece mucho pero exige también mucho. Pide atención extra al espectador acostumbrado a la ligereza audiovisual, a su audiencia le reclama seriedad y una inteligente gestión de las emociones (lo que incluye abandonar el relato si nos hiere demasiado) y, a todos, paciencia para llegar a un final que puede no convencernos del todo.

En definitiva, un título exigente destinado a una audiencia concreta que remueve las entrañas y se desparrama en las miserias.

Firma: Mar Pons