Los Bridgerton

La presentación de Los Bridgerton como “drama de época” hacía presagiar un producto similar a Orgullo y prejuicio o Emma, dos joyas de la BBC. Pero nada más lejos de ello; al contrario, esta producción de Netflix parece no querer tener nada que ver con la época en la que se ambienta ni con la exquisitez de otras adaptaciones de novelas. Y, como todo vale, el resultado es un relato francamente inverosímil.

Está claro que su objetivo no es la veracidad y por eso el espectador no debería tener en cuenta la falta de rigor histórico ni las licencias que se ha tomado el creador –en cuanto a vestuario, por ejemplo, aunque no deja de ser espectacular–. Hasta la música de pianoforte es descaradamente moderna. Si uno presta atención y no se deja apabullar por la fotografía y la aparente música clásica, se dará cuenta de que no está escuchando a Pachelbel ni a Mozart, sino tonadillas pop de Maroon 5 o Ariana Grande, entre otros.

Especificaciones históricas aparte, Los Bridgerton tampoco es una propuesta fina y distinguida como otras obras literarias recreadas en la pequeña pantalla. A pesar de partir del mismo punto, el guion decide centrarse en el cotilleo, los escándalos sociales y las pasiones desatadas llegando a un tono excesivamente subido.

Es cierto que cuenta con algunos personajes interesantes y bien definidos, con un reparto sublime entre el que hay bastante química, con grandes medios técnicos y con un misterio planteado con acierto. Por eso, es una pena que haya dejado pasar la oportunidad de ser una oferta elegante, irónica e inteligente. Porque, al final, la serie no es Jane Austen, no es un retrato del siglo XIX ni es una historia de amor. Es más bien un festival erótico con una decoración glamurosa que despierta en la audiencia ganas de tomar un té escuchando un clavecín de fondo y abandonándose a las críticas y al marujeo.

Además, sabe exactamente qué teclas tiene que tocar para enganchar a esos seguidores de las crónicas románticas y los actores de buen ver. Entre el dúo protagonista y la identidad secreta de la voz en off que narra los episodios, la temporada logra mantener en vilo a su público, completamente adicto al desenlace. Y es una lástima que la conclusión sea tan abrupta, pues arruina el único punto de interés que podría quedar para una 2ª entrega de este melodrama tan sensual.

Firma: Patricia Amat