La luz que no puedes ver

La luz que no puedes ver lleva a la pequeña pantalla la novela homónima escrita por Anthony Doerr y ganadora del Premio Pulitzer de Ficción 2015. Bajo la dirección de Shawn Levy, la miniserie muestra desde un inicio algunas licencias creativas, lógicas en cualquier adaptación, pero que aquí no aportan nada al material original. Paralelamente, la producción de Netflix intenta emular la estructura de flashbacks que podría llegar a funcionar en la novela, pero que en el formato seriado se presenta como uno de los principales escollos y dificulta su ritmo, haciéndolo más irregular.

Dejando de lado las cuestiones lingüísticas que le quitan verosimilitud a la versión original, La luz que no puedes ver se convierte en una adaptación cuya mirada americana merma el legado literario del que proviene. Todo queda absolutamente edulcorado, los norteamericanos quedan como los grandes salvadores y el final agridulce se cambia –y se recorta– para dejarlo en uno totalmente optimista que carece de la profundidad original.

A nivel de guion, a lo largo de los cuatro episodios los personajes verbalizan constantemente sus emociones, sentimientos o intenciones en vez de mostrarlas. Así su carácter se pincela, pero no acaba de profundizarse. De esta forma, y acentuado por ciertos recortes argumentales, se pierde cierta naturalidad y coherencia en su evolución y su concepción acaba siendo concebida como algo meramente instrumental.

No obstante a todos los puntos flojos, la serie es visualmente atractiva y atrapa con la espectacularidad de unos escenarios que nos transportan a esos terribles años cuarenta, la meticulosidad del diseño de producción, los fascinantes efectos visuales, la hermosa banda sonora y la fotografía naturalista que tampoco busca embellecer el desastre. Con todo, es el trabajo actoral lo que sostiene el derrumbe de una serie que, tras el bombardeo de despropósitos narrativos y de guion, consigue mantenerse ligeramente en pie como la ciudad costera de Saint Malo.

Más allá de la realización, La luz que no puedes ver demuestra una carácter bienintencionado que busca conmover y, sobre todo, deja espacio para valiosas reflexiones: la unión frente a la desgracia y el infortunio, la bondad imperecedera durante un conflicto bélico, la posibilidad de ensalzar las similitudes y no las diferencias, y el poder del amor paternofilial. Todos estos mensajes se emiten directamente para el espectador como las transmisiones de la joven Marie-Laure, transformando la radio en un instrumento de esperanza en lugar de en una herramienta de guerra.

Firma: Yoel González