La desaparición de dos niñas desestabiliza la vida rural de un pequeño pueblo. Secretos, traumas, venganzas y un trabajo policial deficiente son la chispa de este trágico incendio.
Basada en Monteperdido, la novela de Agustín Martínez, esta ficción de TVE y DLO Producciones se compone de ocho capítulos de setenta minutos de duración cada uno. Martínez, que también participó en Victor Ros, cuenta con Luis Moya (El internado) para confeccionar el relato televisivo y con Salvador García Ruiz y Álvaro Ron para dirigirlo.
Es casi tan innecesario como evidente que sus responsables han apostado por cuidar la parte más visual. Para ello, esta ficción se aloja en los bellos paisajes naturales del Pirineo aragonés y la cuidada grabación recurre a cámaras que ofrecen un gran detalle de imagen.
No es nuevo el drama que se nos narra ni tampoco la manera de hacerlo. El secuestro infantil, con sus oscuridades a cuestas, desemboca en una investigación laberíntica en la que las sospechas van cambiando de dueño hasta que se acaben las opciones. Un reto incuestionable es conseguir que su evolución sea verosímil y su desenlace convincente, a la par que sorprendente.
La pequeña localidad –con sus grandes bosques, montañas, personajes, peculiaridades y situación geográfica– propaga la opresión plomiza de un drama que desgarra a sus protagonistas. Con esto también debe contar el espectador, ya que la mezcla de menores, abusos, secuestros y conductas enfermizas no es plato de buen gusto para todos. Por tanto, la trama policial en esta serie va íntimamente ligada a estos temas tan complejos y puede alejar a cierta parte de la audiencia, aunque su retrato no sea, por ahora, demasiado explícito.
Por otro lado, el ritmo de La caza. Monteperdido se inclina hacia la pausa campestre, lo que ayuda a adentrarse en la tragedia en detrimento de la acción. Este es otro factor que condiciona el perfil de su posible audiencia y con el que hay que pactar para no perder los nervios al verla.
Todo lo demás, interpretaciones, tramas paralelas y la recreación de la vida rural (siempre en este contexto triste y oscuro) completan una historia que puede interesar a algunos. Y, a pesar de su más o menos convincente inicio, esta ficción debe valorarse en su conjunto y en su capacidad para no caer en obviedades, en giros rocambolescos o en piruetas imposibles del guión. Veremos si lo consigue.
Firma: Mar Pons
Ana y Lucia, dos niñas de once años, desaparecieron al salir del colegio, en el trayecto de su vuelta a casa. Esto sucedió el 10 de febrero de 2014 en un pueblo del Pirineo llamado Monteperdido. Y, cinco años después, todavía no se sabe nada de las jóvenes.
Las familias mantienen la esperanza a pesar de que los cuerpos de seguridad ya no pueden hacer nada para encontrarlas. La situación toma un nuevo rumbo cuando un coche accidentado en los alrededores de Monteperdido deja un cadáver y una víctima herida que concuerda con la descripción de una de las niñas desaparecidas.
Hasta el pueblo se desplazan dos agentes especializados en desapariciones de la UCO, Santiago Baín y Sara Campos. Ambos llegan decididos a resolver el caso que superó a la Guardia Civil local y que, ahora, se presenta con nuevas pistas y muchas preguntas por resolver.
