Un drama muy actual que se muestra amable gracias a la ternura de sus personajes, a un desarrollo poco apresurado y a un final optimista.
Muchos hablan de esta serie y, quizá, no les falte razón. La asistenta es una puerta de esperanza en la que la protagonista recorre el camino del héroe. Se le puede atribuir cierta fantasía friccionada, pero eso no lastra ni el resultado ni el objetivo.
El resultado es una historia, no carente de crueldad y dureza, que llega al espectador de forma edulcorada. La gran interpretación de Margaret Qualley (en el papel de Alex) ayuda a empatizar con alguien a quien, de vez en cuando, le darías alguna colleja. A través de esas decisiones, que se ven a la legua equivocadas, logramos entender el difícil tormento que llegan a sufrir las personas cuando su entorno no las valora o, incluso, las maltrata psicológicamente.
En primer plano, hay una reflexión sobre la lacra social de la violencia doméstica, con un interesante apunte: no hace falta llegar al maltrato físico para ser una víctima. También, y en este punto no sabemos si es ficción o una bonita realidad, se destaca el gran trabajo de las personas que, de forma anónima, dedican tiempo, esfuerzo y recursos para ayudar a mujeres que deben abandonar su hogar.
Por otro lado, se lanza un positivo mensaje de optimismo que nos lleva a pensar que es posible salir de una situación en la que todo parece perdido o imposible. La asistenta anima a confiar en otras personas y a pedir ayuda. Enseña que en el mundo también hay gente buena; que no es una debilidad apoyarse en los demás cuando se pasa un mal momento y que debemos aprovechar esas oportunidades.
La serie, en sus diez capítulos, habla del esfuerzo, de sacrificio, de superación, de cariño y de amor familiar. La vida de la protagonista no es fácil pero la de otros personajes (a pesar de tener dinero, casa, familia, trabajo, etc.) tampoco lo es y una y otros deben luchar para ser felices.
Es una historia rica en personajes con matices y, entre ellos, resulta obligatorio hablar de Paula. La madre de Alex, papel maravillosamente interpretado por Andie MacDowell, tampoco está exenta de heroísmos y capacidad de supervivencia. No obstante, lo que se agradece en realidad es la persistencia de Alex por atender a quién, en su momento, cuidó de ella como mejor supo y, ahora, atraviesa una complicada situación. El tándem madre e hija (que comparten también en la vida real) es una suculenta relación plagada de tonalidades y emociones.
A la serie solo le falta alguna luz sobre la infancia y las consecuencias que este tipo de situaciones desatan en su ánimo. Pero eso ya daría para otra temporada (aunque no la habrá porque se trata de una miniserie) u otra historia.
Por último, el objetivo. Basada en la novela autobiográfica de Stephanie Land, este título da opciones a su audiencia para agradecer lo que tiene o para enfrentarse a los obstáculos con perseverancia. Sin duda, nos acerca a un realidad negativa y nos anima a afrontar los reveses de la vida con entereza, empeño, paciencia y esperanza.
Firma: Mar Pons
Alex es una mujer de veinticinco años que, en plena noche, decide escapar de casa y abandonar a su marido. Después de un episodio de violencia doméstica, Alex coge a su hija de dos años, Maddy, y se la lleva con lo puesto. Lo que no ha pensado esta madre es dónde irán a dormir, con qué dinero pondrá gasolina y qué hará al día siguiente.
Ni la madre ni el padre de Alex son una opción para ella y su pequeña Maddy. Así, inicia un largo camino de independencia que la llevará a luchar sin tregua para conseguir sus sueños y sobrevivir entre la pobreza y la burocracia. Además, sus circunstancias la acercan al drama de otras mujeres en su misma situación.
