Jaguar

Las producciones de Bambú suelen ser bastante reconocibles. Esta productora que inició su andadura con una gran serie para el recuerdo, Guante blanco, cuida, en general, sus ambientaciones. Además, le gusta viajar al siglo pasado sin importar la década, incluye sin remedio tramas de culebrón y frecuenta los mismos rostros una y otra vez.

Sin embargo, y a pesar de su larga y desigual trayectoria, la audiencia no comparará este nuevo título con los anteriores, sino con la estadounidense Hunters. El motivo es simple: tienen un argumento muy similar (también su estreno está demasiado cerca como para ignorar esta casualidad).

No obstante, en estas líneas, más allá de la citada coincidencia (o imitación) no prestaremos más atención a este hecho ya que hacerlo perjudicaría irremediablemente al producto nacional.

Así, centrándonos en esta ficción de Ramón Campos y Gema R. Neira, la primera y más grande dificultad que nos encontramos es saber a qué género pretende inscribirse Jaguar. Con toques de comedia, planos a lo Malditos bastardos, lágrimas de telenovela y diálogos de folletín andamos un poco despistados. ¿Pretende ser dramática, moderna, transgresora, descafeinada o cómica? ¿Abandera una crítica social, religiosa, una postura política o un discurso humanitario? Quizá quiere llegar a todo y se queda en nada. Con esa indefinición el argumento es quebradizo y los personajes no nos llegan.

Tampoco sabemos cuándo debemos actuar de buena fe y ser crédulos: ¿cuando nadie sospecha de Isabel mientras ella con sus hermetismo no puede hacer nada más sospechoso? ¿Cuando planean entrar en el cerrado círculo alemán y lo consiguen a la primera? ¿Cuando utilizan más de diez minutos para escapar por una ventana sin ser vistos? ¿Cuando ella llora a sus muertos? ¿Cuando combaten en el hospital? y una larga lista de “cuándos”.

Para no alargarnos, resumiremos el resto en pocas frases. A las escenas de acción les falta consistencia (y algo de verosimilitud). Las interpretaciones (salvando al siempre bienvenido Francesc Garrido) es mejor no tomárselas en serio, para no enfadarse (con la cantidad de buenos actores que tenemos y tropezamos con la apatía de los de siempre). Los personajes, simples y nada empáticos, no transmiten, no convencen y, por supuesto, no se ganan nuestro corazón.

Y, por último, no es fácil entender por qué se han usado esos trabajados créditos de apertura y de cierre si, en realidad, nada tienen que ver con la serie que encierran. Es una extraña decisión porque propone unas expectativas que están muy lejos de cumplirse. Igualmente, desentonan la banda sonora y algunos anacronismos. Aunque, en fin, eso ya parece que es para nota.

En definitiva, Jaguar no merece nuestra atención ni nuestro tiempo.

Firma: Mar Pons