Hospital Valle Norte

Sí, sí. La serie es mala. Pero no es la peor. Es mala porque lo que nos cuenta ya lo hemos visto muchas veces y mejor contado, porque los personajes son de un estereotipo descarado, porque no nos los creemos en su papel de médicos y porque, al parecer, hay muchos errores médicos y algunos, los más evidentes, de guión. Y, por último, porque el inicio de los capítulos –grabados en exteriores– proponen una calidad (aunque no mucha) que no se sostiene durante resto del capítulo.

Sin embargo, para quien vea la serie “del tirón” todo esto acaba por pasar desapercibido y, como seres humanos empáticos, acabamos por coger cariño a los protagonistas, nos interesamos por sus cuitas y nos preguntamos cuál será el final de su historia. Y es que Hospital Valle Norte está más cerca de la telenovela que del género médico o del de acción. Por tanto, su ritmo es irregular y su duración por capítulo excesiva.

Los dramas personales que tanto nos gustan a los espectadores se desparraman por los pasillos, los quirófanos y los despachos del hospital. No son dramas ni originales ni sorprendentes. Son solo historias recurrentes de la pequeña pantalla que pueden no convencer a muchos, pero que fascinan a otros. Lo único que perjudica a la serie es su emisión semanal, ya que, con tanta oferta, es difícil que un solo capítulo no nos convenza para ver el siguiente.

En fin, que si acudimos con pretensiones a esta cita médica saldremos disparados hacia otros parajes. No obstante, si lo hacemos sin otro objetivo que pasar el rato, puede que el equipo sanitario de Valle Norte nos dé algunas dosis de sedante neuronal y pasemos un rato entretenidos.

Firma: Mar Pons