Hierro

El Hierro es la última de las siete islas importantes que conforman el archipiélago canario. Situado en el límite más occidental, son pocos los turistas que llegan hasta allí. Sus habitantes, algo más de 10.000, se congregan en diversos pueblos que se extienden por una isla que ha sabido conservar grandes parajes naturales. Es allí donde sobreviven unas pocas Sabinas, árboles retorcidos e inclinados por el viento que son emblemáticos de la zona. La Sabina crece adaptándose a las condiciones climáticas, igual que los herreños.

La gran fiesta de El Hierro se celebra una vez cada cuatro años y se trata de la Bajada de la Virgen de los Reyes. La Patrona de El Hierro sale en romería del santuario de La Dehesa y recorre más de 40 kilómetros visitando cada una de las localidades de la isla entre bailes folklóricos y vítores a la Virgen.

Resulta pertinente destacar todas estas características de la isla porque cada una de ellas resuena en la narrativa. Y es que El Hierro y su idiosincrasia son fundamentales para que esta ficción funcione como lo hace. Así, su situación geográfica –aislada pero conectada–, la importancia de las tradiciones, el carácter tranquilo y la cercanía de amistad o parentesco entre sus habitantes posibilitan que el guión tenga sentido.

También, el peso de las creencias populares, de la fama “ganada” y de las raíces familiares otorgan importancia a una investigación criminal muy singular que tropieza con esas constantes permanentemente. El foráneo –en la ficción la jueza Montes y en la vida real el grueso de los espectadores– debe decidir qué porcentaje de todo ese lastre es inevitable y qué parte pertenece a un inmovilismo nocivo.

En conjunto, Hierro es un drama convincente que se relata en ocho capítulos. Con un ritmo personal, la acción permanece en segundo plano hasta pasado el ecuador de la serie. Es entonces cuando la sospecha se convierte en certidumbre y lo que nos mantiene alerta es el desenlace. La tensión creciente, la acertada dosificación de la información y una historia que va más allá de lo puramente visual se complementan con la interpretación solvente de rostros poco gastados en la pequeña pantalla.

Por último, el paseo por la naturaleza de una de las islas que ofrece parajes únicos y de singular belleza ayuda a atravesar el drama que narra con sosiego y cierta esperanza. Además, despierta en el espectador el deseo de conocer El Hierro, a pesar de la historia que cuenta.

Firma: Mar Pons