De yakuza a amo de casa

Gokushufudo es, literalmente, una comedia imprescindible para cualquier amante del manga y anime. De primeras, rompe completamente los esquemas por su rudimentaria animación que tiende a lo estático y hace también uso de onomatopeyas –básicamente es como si hubiesen coloreado el manga de Kōsuke Ōno–. Aunque choque, después acaba convirtiéndose en un punto fuerte, De yakuza a amo de casa tiene un contenido tan original y diferente, además de un protagonista muy carismático, que no necesita mayores florituras para ofrecer carcajadas a doquier.

Tatsu pasa de ser un sanguinario y legendario yakuza a casarse y querer vivir una tranquila vida como amo de casa. Por supuesto, personajes de su antigua vida irán haciendo aparición y, entre la absurdidad de las situaciones y la vehemencia con la que el excriminal sigue viviendo cualquier tarea (incluso poner un Roomba a limpiar), nos encontraremos enganchados a esta suerte de Keanu Reeves con traje y delantal.

De esta producción, además de contar con este protagonista que vale oro, cabe destacar el doblaje español. El doblador Marc Zanni (conocido en Cataluña por ser la voz de Goku) consigue el mix perfecto entre un tipo divertido pero chungo, con esa intensidad que tanto caracteriza y gusta de los doblajes originales de los anime.

La frescura y extravagancia de la propuesta, realmente disparatada y excéntrica, de imaginar a un yakuza en situaciones típicas del día a día de gestionar una casa, consigue que no solo nos riamos por lo hilarante de sus actitudes mafiosas ante la vida, sino que también empaticemos y podamos llegar a sentirnos identificados ante algunas situaciones.

Esto mismo es uno de los primeros motivos para no recomendar esta serie a menores de 16 años, el humor de la ecología del hogar puede no serles tan cómico y, además y más relevante, el lenguaje empleado está bastante cargado de palabrotas, así como también hay algunas escenas o contextos violentos sobre el mundo yakuza.

Cada capítulo se compone de pequeñas historietas, a modo de gags, y el montaje sigue un ritmo picado y directo. Con una primera temporada de cinco episodios de poco más de 15 minutos de duración cada uno, todo lo explicado lleva a que la serie se consuma en un santiamén.

Firma: Estefanía González