El refugio atómico podría haber sido pero no fue, ni de lejos. Podría haber sido un filón, no muy original, pero sí suculento. Podría haber narrado historias interesantes. Podría habernos cautivado pero… ¿qué le pasa a esta serie de Álex Pina?
Al creador de La casa de papel (serie a la que nos trasladaos al poco de visitar el búnker) le da por meter en un refugio nuclear a decenas de multimillonarios con sus familias. Convencidos de que la Tercera Guerra Mundial se está desatando en la superficie, el búnker se convierte en su nuevo hábitat por tiempo indefinido. Hasta aquí no hay muchos peros, aunque no tardan en llegar.
Solo entrar en el refugio nos asalta la sospecha. Y, aunque nos hubiese gustado poder saborear el impacto, se decide que la audiencia sepa más que los personajes. En otros títulos, esta decisión provoca una tensión que enriquece la experiencia. En este caso no. Y, con demasiada premura nos cuentan a través de flasbacks la delirante historia de Kimera (la empresa que monta el búnker) y de sus ideólogos.
Al frente del equipo está la jefa, Minerva, una mujer desquiciada, obsesionada y ególatra en grado sumo. Su apoyo táctico es Roxan, una IA capaz de convencer a cualquiera de lo que haga falta (funciona como un seguro para los desencajes del guión, aunque no resulta efectivo) y un hermano con algún tipo de trastorno que suple con una inteligencia desmesurada. Del resto de encargados del búnker, solo conocemos a unos pocos (que realizan tareas múltiple) y son totalmente predecibles y nada avispados.
El búnker tramposo alberga a cientos de familias de las que no sabemos nada en toda la temporada. Una decepción que se transforma en suerte, visto lo visto. Las dos familias protagonistas representan lo peorcito de la raza humana. Y es que en esta situación extrema, salen a relucir secretos, mentiras, odios, rencores y venganzas. No podemos hablar de amores (en cualquiera de sus facetas) porque el amor ni se asoma por el agujero del búnker. En todo caso sí se nos regala sexo que retoza en lo enfermizo, borracheras, drogas, peleas y traiciones.
En conjunto, el arco sentimental y evolutivo de los personajes es una montaña rusa que sube y baja sin motivo aparente. Lo mismo odian que desean, lloran que ríen, enfrentan que esquivan. En fin, un cúmulo de vaivenes a merced de un guión que no incluye nada interesante y que presenta demasiados agujeros e incongruencias.
Tampoco es un derroche de imaginación la farsa montada alrededor de la estafa. Se le pide mucha paciencia al espectador cuando la cosas pasan sin explicación, por coincidencias que nadie podría creer o por detalles imposibles de captar. En fin, El refugio atómico se cierra sin final y quizá se prepara para una segunda temporada. Aunque, en realidad, poco nos importa si salen a la superficie o no, incluso pensamos que el mundo es mejor si esta fauna de personajes se quedan para siempre en las entrañas de la Tierra.
Firma: Mar Pons
Kimera es una empresa que ofrece un búnker de lujo para millonarios. En caso de que estalle una Tercera Guarra Mundial o se intuya algún peligro nuclear, los más ricos del país, ya saben donde acudir.
Este momento acaba de llegar. Cientos de familias se trasladan al refugio en cuanto las tensiones políticas se disparan y se intuye un probable enfrentamiento global. Una vez en el búnker se viven inciertos momentos antes de que fallen las comunicaciones. Ahora, están totalmente incomunicados y nadie sabe hasta cuánto tiempo deberán permanecer encerrados.