Cuando habla el corazón

Cuando habla el corazón es una bocanada de aire en el asfixiante mundo de las series. En especial, si se tiene en cuenta el tipo de ficciones que parecen triunfar entre la audiencia. Y no es que se trate de un gran producto audiovisual, sino que destaca por la sencillez y la bondad de su narración.

En primer lugar, este título se nutre de personajes que no lucen por nada en particular, pero que dirigen su vida hacia el bien común. No son simples, son buenos y de eso va la historia, de entrar en su interior. Cada uno de ellos debe luchar contra el egoísmo, la comodidad, el dolor o, incluso, la penuria. Y, la mayoría de veces, llegan a buen puerto gracias a la ayuda y al apoyo común.

Por supuesto, hay personajes “malos”, si no no habría historia, pero muchos de ellos acaban siendo más torpes que malvados y el bien se impone al mal. Con todo, y a pesar de este reduccionismo del argumento, la tramas tienen el peculiar interés que despierta la vida de personas normales a principios del siglo XX en un lugar remoto –y precioso– de Canadá.

Las pocas comodidades de la época, los cambios e inventos que están por llegar, así como el lugar insustituible de la mujer en la familia y en la sociedad, los conflictos poco sofisticados y la naturaleza como telón de fondo conforman esta serie que ensancha el corazón.

Es obligado decir que este título pertenece solo a aquellos que lo quieran valorar. Es, por tanto, un espacio en el que relajarse, sin expectativas ni modernidades. Solo asistimos a unas historias de amor, comprensión, redención y superación. Sin duda, un tanto melosas, pero satisfactorias en su arquitectura y, a veces, sorpresivas y no carentes de humor.

Firma: Mar Pons