Hecha para atrapar al espectador en una ratonera de mentiras y secretos. Las emociones se disparan y disculpan la poco verosímil evolución de la trama.
Clickbait engancha. Qué duda cabe de que muchas veces vemos una serie por este sencillo y discutible motivo.
En Clickbait, sus guionistas consiguen crear ese clima de suspense que nos mantiene pegados a una historia que, fundamentalmente, queremos saber cómo acaba. Y esta historia se narra en ocho capítulos. Ocho personajes que, a través de sus actos, desencadenan un drama del que nos hacen cómplices.
No se trata de un drama con grandes despliegues técnicos, interpretativos, caras conocidas o acción trepidante. Se trata de recurrir a algo cotidiano, como el uso de las redes sociales, y llevarlo por una senda algo excepcional. En este camino interviene, además, la soledad colectiva, la falta de comunicación real y la debilidad del ser humano.
Ojo por ojo
El punto de partida es tan llamativo como eficaz: cinco millones de verdugos entre los que nos podríamos encontrar cada uno de nosotros. A partir de ahí, su evolución nos confunde. Variamos las emociones, dudamos del culpable, ponemos en tela de juicio nuestra capacidad deductiva tras cada secreto desvelado. En fin, que nos movemos como una abeja de flor en flor.
Así, a medida que recibimos información nueva, aunque no queramos, tomamos partido por unos o por otros y juzgamos. En realidad, la historia evoluciona por culpa de varios errores de juicio (lo que paradójicamente nos alerta de lo malos que son los juicios prematuros). Se puede concluir que no existe un solo culpable, sino que todos (queriéndolo o no) podemos formar parte de un drama ajeno.
Algunas cosas menos conseguidas
Quizá, lo menos convincente (a nivel lógico) es el desenlace. Aunque es sorprendente, no es verosímil. Las semillas que nos plantan los guionistas juegan al despiste y es poco probable que lleguemos a averiguar la verdad del caso por falta de información. Y, una vez tenemos el dato, si queremos volver a atrás encontraremos cosas que no encajan. Pero, vamos, que en el fondo no hace falta ser tan rebuscado ¿no?
Por otro lado, tampoco convence la inutilidad de un cuerpo de policía que siempre va a remolque de las investigaciones que, por su cuenta, llevan a cabo la familia, los medios de comunicación o, incluso, los hijos de la víctima.
Para acabar, destaquemos que el tono de la historia es bastante gris. La mayoría de las vidas que visibiliza son tristes, solitarias o algo enfermizas. Todo, en general, resulta deprimente.
En fin, si uno sabe o quiere prescindir de estos inconvenientes, puede que halle en Clickbait un espacio de entretenimiento efectivo. Si, además, se pretende ir un poco más allá, se pueden sacar algunas conversaciones de interés sobre el uso de las redes sociales, la soledad en esta sociedad hiperconectada, la fidelidad (no solo en la pareja, sino también en la amistad), el valor de la intimidad o la ausencia de autoestima y sus consecuencias.
Firma: Mar Pons
Nick Brewer (Adrian Grenier) es un padre y marido ejemplar. Está casado con Sophie y tiene dos hijos adolescentes, Ethan y Kai. Trabaja como fisioterapeuta en el centro deportivo de la universidad de Oakland. Además, está muy unido a su hermana, Pia, y a su madre.
Nada de su vida ni de su afable personalidad encaja con el vídeo que ha empezado a circular por las redes. En él aparece Nick después de haber recibido una paliza, mostrando un cartel en el que afirma abusar de las mujeres y una advertencia: en cuanto el vídeo reciba cinco millones de visitas, sus secuestradores le matarán.
A partir de ese momento se desencadena una investigación que sacará a la luz secretos, mentiras y venganzas. ¿Quién es realmente Nick Brewer? ¿Es cierto lo que afirman los carteles?
Roshan Amiri es el agente del departamento de desaparecidos encargado del caso. Amiri y Pia harán lo imposible por dar con el paradero de Nick antes de que sea demasiado tarde.
