Brave Bunnies

De vez en cuando, cómo apetece ver animación creativa. De esa en la que las formas, los colores, los movimientos o, incluso, las perspectivas no coinciden en absoluto con la vida real. Y es que estamos acostumbrados a ver cómo la tecnología consigue texturas animadas que casi parecen reales. Una maravilla que no solo apreciamos en las grandes producciones para el cine, sino que también empuja a los animadores en general, a buscar la manera de reproducir con realismo el mundo que nos rodea.

Así que topamos con Brave Bunnies y lo primero que nos llama la atención de esta coproducción entre Ucrania, Méjico y España son esos dibujos pintados, simulando los dibujos infantiles, que se mueven en dos dimensiones y donde los objetos y sus tonalidades rompen con lo establecido.

Y si hablamos del guion, también apreciamos la naturalidad y sencillez de unas historias que no están exentas de cierta locura. La familia de conejos que decide abandonar su confortable hogar para recorrer el mundo y hacer nuevos amigos es un regalo para la creatividad infantil.

Además, sus guionistas se aplican en los detalles y, con una clara intención pedagógica, sus personajes proponen una manera muy alegre y original de afrontar los días. Son geniales escenarios en los que los más pequeños acaban la jornada dibujando, donde el papá se encarga de las comidas y donde, además, se alienta la independencia de los hijos para que crezca su naturaleza curiosa, creativa y aventurera. Sin olvidar, por supuesto, el elogio a la obediencia, al orden y la cooperación.

En fin, Brave Bunnies son casi siete minutos de entretenimiento infantil, que pueden trascender la pantalla si nos lo proponemos. Algunas ideas: dibujar lo que les ha pasado ese día, lo que más les haya gustado o impactado (así podemos hablar con ellos de algo que les preocupe, por ejemplo), hacer música con objetos de la casa o inventar un cuento sobre lugares lejanos.

Firma: Mar Pons