Capitán Bíceps

La serie está basada en los cómics homónimos de los autores franceses Zep (Titeuf) y Tébo, en los que se pretende hacer una parodia de los superhéroes clásicos. Quizá, por este motivo al Capitan Bíceps le faltan algunas luces y le sobra mucho músculo.

Cada episodio, de siete minutos de duración, es una oportunidad para que el protagonista salve su ciudad de una destrucción masiva. Sin embargo, el Capitán Bíceps muestra un relativo valor y una irreal generosidad. La valentía de Elmer es relativa porque este héroe no le teme a nada, por lo tanto no hay superación en sus actos y sí mucha inconsciencia. Además, la supuesta generosidad de ponerse en peligro para salvar a los habitantes de Capital City es falsa, puesto que al no saber hacer otra cosa con su vida se le suma la irracional devoción que siente por el Presidente y por la fama que le otorga su trabajo de superhombre. No es difícil ver a Bíceps deprimido si alguien le roba el protagonismo.

Una atención especial merece el trato que recibe el pobre Genius, el cerebro de cada operación, a quien Biceps no deja de menospreciar y aporrear siempre que tiene ocasión. Por su parte, el Presidente es la encarnación del político inútil, déspota y soberbio que abusa del cargo y no sabe lo que es trabajar y, por último, Carmina es una madre controladora con explosiones de mal genio.

El tono general de la serie es histérico y perturbador. Los personajes se hablan a gritos, los puñetazos y las peleas son la herramienta fundamental para resolver los conflictos y los insultos aumentan las tensiones. Con algún toque de humor, Capitan Bíceps es incapaz de aportar un entretenimiento sereno a los más pequeños y tampoco apuesta por las historias atractivas u originales.

En su expresión gráfica no se descubre la belleza de la animación ni el cuidado por los detalles. Se trata de un dibujo antiestético y nada detallista que se engloba en la moda feísta de otras propuestas como Brandy & Mr. Whiskers, Chowder o Las supernenas. Una lástima que se intente entretener a los menores con apuestas tan simples y toscas.

Firma: Mar Pons