Buenas noches y Buenafuente

Este concepto tiene su importancia porque el humorista catalán ha cambiado la escenografía (el plató aparece tras un telón teatral junto a un mayor número de músicos) pero mantiene su know-how. Los mismos compañeros de viaje (Berto, Corbacho, Silvia Abril…) siguen haciendo lo que hacían antes: monólogos, Buenafuente; malas imitaciones intencionadas, Berto; sketches con personajes de actualidad mediática, Abril; retos o despropósitos, Corbacho… Ahora, eso sí, con un mayor margen de preparación, pues la emisión es semanal y no diaria, como antes.

Con pocos programas vistos es aventurado enjuiciar el futuro del show. No obstante, hasta el momento sí que puede decirse que las entrevistas siguen siendo insustanciales -la de Ewan McGregor ganaría el premio a la mayor pérdida de tiempo y talento, la de Alaska y Mario a autopromoción de la productora y la de Ana Obregón a “he venido a hablar de mi libro”-; que se cae en unos cuantos chistes fáciles de tipo escatológico y sexual (más comedidos, sin duda, que si Buenas noches y Buenafuente se viera en el late-night) y que el sobreesfuerzo por ser gracioso en cada minuto ejerce una presión que no favorece la naturalidad.

De momento la audiencia, con casi tres millones de espectadores el primer día y dos y pico el segundo, no le ha dado la espalda pero se presenta cambiante. A ver cómo funciona Buenafuente con cita semanal, por ahora buenos gags puntuales y una carrera de fondo por mejorar.

Firma: Lourdes Domingo