Comienza la segunda temporada de esta serie española que se basa en el intento de resolver un crimen que tiene lugar en un entorno reducido en el que todos sus habitantes pueden ser culpables. También en este caso se utiliza a un policía infiltrado para que intente descubrir la verdad desde dentro.
El capítulo piloto de la primera temporada fue de lo mejor que se ha visto en televisión. La presentación de los personajes fue inmejorable, tanto de los investigadores como de los posibles criminales, y el planteamiento de la trama iba dejando caer, de modo sutil pero letal, la sombra de la sospecha sobre todos y cada uno de los que rodeaban a la desaparecida. El resto de los capítulos se encargó de apagar este destello de calidad, jugando a la sorpresa inverosímil y desperdiciando el interesante perfil de los protagonistas.
Conscientes quizá de la decepción que causaron en esa temporada inicial al pasar de un comienzo brillante a un desarrollo mediocre, han optado ahora por empezar ya de un modo bastante gris. Si van a mantenerse así, o mejorar, quizá sea algo más inteligente que la decepción de la temporada pasada.
La situación del misterio en un hospital ofrece muchas posibilidades aunque también amplía demasiado el campo de los sospechosos (en el primero caso, era solo una familia que celebraba una Primera Comunión en un restaurante cerrado al público). El hecho de ser un centro privado con dependencia absoluta de la financiación de los pacientes añade a los motivos personales una trama tipo conspiración que puede resultar atractiva.
Repite el equipo de investigadores de la primera entrega: el comisario Casas, el infiltrado Víctor y el Inspector Vidal (un gran acierto haberse traído a este personaje del caso anterior). Desaparece por tanto, la otra infiltrada, interpretada por Blanca Romero que, dado lo poco que aprovecharon su papel, tampoco se ha perdido nada.
Las actuaciones de todos son correctas y eficaces. Yon González se ha creído demasiado su personaje y, para disgusto de los nostálgicos, Concha Velasco desdice del resto al parecer, desconozco por qué, demasiado encorsetada en su rol de directora del Hospital.
El ambiente de la clínica está muy bien conseguido: los pacientes, familiares, el trajín de enfermeros, celadores etc… resulta muy natural y reconocible para cualquier espectador. Lo que no cuadra es el lugar de los protagonistas en el día a día de un hospital. El infiltrado, enfermero, nunca está en su sitio; los médicos pasan más tiempo reunidos con la policía en el salón de actos que atendiendo a sus pacientes y los horarios de trabajo no tienen ningún sentido. Puede parecer una puntualización rigorista pero pienso que este caos le hace mucho daño a la verosimilitud de la historia.
Mirando con ojos (muy) críticos la serie, habría que calificarla de regular. Sin embargo me resisto a ello debido a que es capaz de sostener suficientemente la intriga sobre el culpable como para mantener al espectador pendiente del desarrollo de la historia, a pesar de que sea consciente de las tomaduras de pelo del guión.
Otro punto a favor es el tono digno de la serie. Bien interpretada, bien ambientada, con un vocabulario adecuado y capaz de tratar los aspectos escabrosos con cierta elegancia. Solo por esto, que no es poco, Bajo sospecha es un producto con el que se puede disfrutar tranquilamente ante la pantalla una noche cualquiera.
Firma: Esther Rodriguez
El Hospital Policlínico Montalbán de Madrid es el escenario de una serie de crímenes y misterios. Ha desaparecido una joven médico de nacionalidad francesa y poco después aparece asesinada la jefa de enfermeras. La policía infiltra a un agente entre los empleados del hospital, ya que no todo es tan limpio como parece en la gestión del centro y el número de sospechosos no deja de aumentar.
