Aquí paz y después gloria

Comedia protagonizada por Antonio Resines que firma la productora Mandarina (Un tiempo nuevo, Piratas) para Telecinco. Desde que se anunció su producción y se hizo la presentación a la prensa (2013) han transcurrido más de dos años durante los que se ha cambiado de título a la serie, se han revisado los guiones y se han sustituido actores y al director. No sabemos cómo sería la propuesta inicial pero, después de este periplo, el resultado es una vergonzosa comedia que trae a la memoria otras ofertas de similar gusto emitidas hace ya más de diez años.

En el apartado visual, los decorados y la iluminación evidencian la falta de presupuesto, de ganas o de profesionalidad técnica. La luz blanca, sin filtros y a lo bruto, no ayuda a esconder los defectos de los espacios de cartón piedra donde se desarrolla la acción. Por su parte, el pueblo y sus habitantes de «manual», clones de mil malas historias ya vistas, no convencen ni al más complaciente. En el reparto coral, nadie destaca favorablemente, y el conjunto es una amalgama de personajes sin personalidad, previsibles y pobres caricaturas de una sociedad poco sugerente.

El guión es merecedor de una de las críticas menos misericordiosas y es que no se puede pretender llegar al público con algo tan mísero, simplón y mezquino. No existe en esta comedia ni el trabajo de documentación ni la voluntad de no faltar a la verdad. Por poner un ejemplo de la misma cadena, para rodar la serie Los nuestros los protagonistas y guionistas se preocuparon por formarse e informarse con y sobre los Boinas Verdes (aunque el resultado no fue del gusto de todos). En este caso, nadie del equipo de producción, dirección, guión o interpretación de Aquí paz y después gloria sabe en realidad lo que es y qué hace un cura. Y eso se nota a la legua.

Por otro lado, desde su inicio la comedia no se sostiene, y es que son demasiados y muy torpes los tropezones de un protagonista que no tiene más registros que el suyo propio y que lleva repitiendo título tras título, sin obviar unos secundarios que rozan lo grotesco. Lo mismo ocurre con la narración que evoluciona a base de conflictos inverosímiles y poco acertados. Esta serie es, en definitiva, uno de esos productos que debería haberse quedado en la oscuridad de un cajón para no atormentar a una audiencia ya muy torturada.