La Fundación Aprender a Mirar, juntamente con la Associació de Consumidors de Mitjans Audiovisuals de Catalunya, organizaron un nuevo seminario web incluido en el Programa de Educación Audiovisual y bajo la campaña #ShesAPerson.
En él, Javier Alonso, colaborador de la Fundación y fundador de Entusiastics, conversó con el psicólogo y sexólogo clínico Alejandro Villena, autor del libro ¿POR qué NO? y director del proyecto Piénsatelo Psicología, sobre los efectos de la pornografía en el desarrollo emocional y sexual, especialmente en los jóvenes.
Los datos que proporcionó Villena son contundentes. En los varones, el 95% de los jóvenes de hasta 25 años admiten haber consumido pornografía en el último mes, con una tercera parte de ellos consumiéndola a diario. En cuanto a las mujeres, entre el 75% y el 80% de las jóvenes entre 12 y 18 años han tenido contacto con contenido pornográfico.
El primer contacto con la pornografía en los jóvenes ocurre entre los 9 y 11 años, debido a la fácil accesibilidad en plataformas como aplicaciones móviles y redes sociales, lo que genera una gran preocupación sobre el impacto de este contenido en la salud mental y emocional de los menores.
La exposición frecuente a contenidos pornográficos sobreestimula el sistema de recompensa del cerebro, afectando negativamente la corteza prefrontal, responsable de la toma de decisiones y la regulación emocional.
Este fenómeno, similar al que experimentan las personas con adicciones a sustancias como la cocaína o el juego, puede deteriorar la empatía y la capacidad de establecer relaciones saludables.
El psicólogo propuso cuatro pilares fundamentales para abordar esta problemática:
Una parte de la entrevista se dedicó a identificar señales para detectar si un menor está consumiendo pornografía, en lo que Villena denominó “las tres P”:
A diferencia de los varones, la mujer es menos propensa a desarrollar una adicción, ya que tiene más sensibilidad para rechazar este tipo de contenidos. Sin embargo, sufren un impacto más significativo en su autoestima y bienestar emocional. Cuando una mujer consume pornografía se autoestigmatiza más que un hombre y, además, normaliza recibir violencia.
Asimismo, los roles sexuales que asumen ambos son totalmente diferentes: mientras que el varón replica un modelo de sexualidad desde la dominancia, la mujer asume el de estar siempre disponible para el hombre.
Por otro lado, en la industria, el 92% de las actrices ha sufrido abusos en su infancia y alrededor del 90% vuelve a revivir el trauma en los rodajes. Es por ello que, aunque la mujer presente menos riesgo a la hora de desarrollar una adicción, acaba con una mayor damnificación causada por los contenidos pornográficos.
El seminario web dejó claro que, para proteger a las futuras generaciones, es fundamental educar en valores de respeto, empatía y comunicación, así como fomentar el pensamiento crítico frente a los contenidos digitales.
Firma: Patricia Amat