Esta secuela retoma la trama argumental original con un nuevo conflicto y ahonda en el llamado trauma intergeneracional. No obstante, esta vez cuenta con giros argumentales menos coherentes y más gargantas abiertas.
Aunque hayan pasado ya 30 años desde El vigilante nocturno de Ole Bornedal, éxito del cine danés del que ya se realizó un remake en Estados Unidos, su secuela ha llegado buscando perpetuar la trama que tanto cautivó a los espectadores, esta vez con la siguiente generación. El desencadenante del conflicto presente casa coherentemente con el desenlace de la primera película: Emma, la hija estudiante de medicina de Martin y Kalinka, sigue obsesionada por saber cómo ocurrió exactamente la tragedia que asedió a sus padres. Para obtener respuestas, reabre heridas y pone de nuevo en peligro a su familia. No obstante, en este film Nikolaj Coster-Waldau, protagonista de la propuesta original, permanece en segundo plano.
En el transcurso de la narración se indaga en el trauma intergeneracional y en cómo tanto dichos traumas como la venganza son hereditarios. El largometraje se esfuerza mucho en sumergirse en este complejo mensaje de una forma sentimental, aunque, posteriormente, el propio guion lo desmonta. Así, en esa llamada a enfrentarse a los demonios se acaba advirtiendo sobre la posibilidad que, en el proceso, estos acaben con uno mismo.
Durante el metraje, el espectador sigue a una chica que salta de lleno hacia el peligro y con cuyas acciones es difícil identificarse, mientras que paralelamente tienen lugar un conjunto de asesinatos con gargantas abiertas y una banda sonora confusa respecto al registro de la cinta. En esta línea, el guion hace uso de giros argumentales forzosos que dan como resultado escenas algo incoherentes. Asimismo, Ole Bornedal toma un camino en el que se tropieza varias veces al intentar exculpar a su asesino disfrazándolo absurdamente de víctima.
Lo que salva esta historia endeble es su puesta en escena y la construcción de una atmosfera inhóspita, análoga a los pasillos poco alumbrados y repletos de cadáveres en los que transita los personajes. Aunque como secuela consigue mantener ese suspense respecto a su primera parte y cuenta con un correcto trabajo actoral no es suficiente como para el visionado acabe resultando satisfactorio.
Firma: Raquel García
Emma, una joven estudiante de medicina, está empeñada en descubrir a cualquier precio qué pasó en la terrible tragedia que provocó la adicción de su padre y el suicidio de su madre. Eso la empuja a aceptar el mismo trabajo de vigilante nocturno en el departamento forense que aceptó su padre antes del fatal desenlace.