Aunque pasen los años, los cuentos siguen siendo un regalo imprescindible para el desarrollo emocional, cognitivo y creativo de niños y niñas. Especialmente, en un momento en el que muchas veces los peques dedican un tiempo excesivo a las pantallas.
En la infancia, los cuentos no son solo un pasatiempo: son una herramienta poderosa para el desarrollo integral del niño. Desde hace muchos años, las historias han sido una forma de transmitir valores, compartir emociones y forjar vínculos.
Cuando un niño escucha un cuento, no solo sigue una narración: se transporta a otros mundos, activa su imaginación, se identifica con personajes, se plantea dilemas morales y pone en marcha su cerebro de una manera muy distinta a como lo hace con otros estímulos.
Leer cuentos en voz alta o acompañar al niño en la lectura es sembrar semillas de creatividad, empatía, pensamiento crítico y amor por el conocimiento.
A menudo se asocia la lectura con una simple habilidad técnica. Sin embargo, leer va mucho más allá de descifrar letras. Implica comprender, anticipar, conectar ideas, emocionarse, reflexionar. Es una actividad completa y compleja que estimula diversas áreas del cerebro y que, practicada con frecuencia, fortalece la atención, la memoria, el lenguaje y la capacidad de abstracción.
Además, leer en la infancia es clave para el desarrollo emocional. A través de los relatos, los niños aprenden a reconocer emociones, a gestionar miedos, a comprender situaciones difíciles desde la seguridad de la ficción. Los personajes les ofrecen modelos de comportamiento, ejemplos de superación o, simplemente, la tranquilidad de saber que no están solos en lo que sienten.
No basta con que los niños lean. Es esencial que vean a los adultos leer, que compartan momentos de lectura, que sientan que los relatos forman parte de la vida familiar. Un cuento antes de dormir puede convertirse en uno de los recuerdos más felices de la infancia.
Además, leer con los hijos fortalece el vínculo afectivo, mejora la comunicación, reduce el estrés y crea un espacio íntimo de encuentro. En ese tiempo compartido, sin prisa y sin pantallas, se transmite mucho más que una historia: se transmite atención, presencia y amor.
En paralelo, la presencia constante de pantallas en la vida infantil ha cambiado radicalmente el panorama. Aunque bien utilizadas pueden ser herramientas útiles, su uso excesivo o inadecuado puede tener consecuencias importantes para el cerebro en desarrollo.
El consumo de contenidos digitales muy estimulantes activa de forma intensa la dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer. El problema es que esta activación repetida y sin esfuerzo puede llevar a una especie de “sobredosis de estímulo”, reduciendo la motivación por actividades más pausadas, como la lectura, el juego simbólico o la conversación.
Cada vez más estudios alertan sobre los efectos del abuso de pantallas en los más pequeños: dificultades de atención, alteraciones del sueño, retrasos en el lenguaje, problemas de comportamiento o baja tolerancia a la frustración. Todo esto puede afectar negativamente al rendimiento académico y al bienestar emocional.
Un niño que lee es un niño que imagina, que pregunta, que conecta. Un niño que solo consume pantallas corre el riesgo de perder su capacidad de maravillarse.
En medio de esta realidad, los cuentos se alzan como una alternativa saludable, enriquecedora y profundamente humana. La lectura no solo protege el desarrollo cerebral, sino que lo potencia. No solo educa, sino que transforma. No solo enseña, sino que acompaña.
Un niño que crece rodeado de cuentos desarrolla una mayor capacidad para concentrarse, una mejor expresión verbal, más empatía y una mayor curiosidad por aprender. La lectura le prepara para la vida, no solo en el ámbito académico, sino en su manera de relacionarse con el mundo.
Como sociedad, tenemos la responsabilidad de proteger el derecho de los niños a imaginar, a descubrir y a aprender a su ritmo. Fomentar la lectura en casa, en la escuela y en todos los entornos posibles es una inversión en salud, en inteligencia emocional y en cultura.
Volver al cuento es, en realidad, volver a lo esencial. Es cuidar la infancia desde su raíz. Es recordar que las mejores pantallas son las páginas de un libro abierto, iluminadas por los ojos brillantes de un niño que escucha, que pregunta, que sueña.
Firma: Montse Ruiz