2020 nos sorprendió con una pandemia que provocó un auge en el consumo de contenidos de plataformas. En ese contexto, Disney+ llegó a España con un amplio catálogo infantil y unos pocos títulos originales como High School Musical: el musical: la serie o The Mandalorian. Además, se hacía un hueco en las casas, entre las familias, con la promesa de proporcionar muchas más novedades en el futuro.
Un paso atrás: el origen de la fábrica de sueños
Antes de abordar la situación actual de Disney+, es importante remontarnos a los orígenes, pues no debemos perder de vista que “todo empezó con un ratón”.
Walt Disney, considerado el “padre de la fábrica de sueños”, es la razón y la causa de un legado que muchas personas alrededor del globo disfrutan hoy en día. Y no solo en productos cinematográficos, sino en experiencias muy variadas como parques de atracciones, juegos, cruceros, tiendas temáticas, representaciones sobre hielo o ropa, entre otros.
Como sucede en casos semejantes, todo este derroche de fantasía empezó con un fracaso: Walt Disney fue despedido del periódico en el que colaboraba por falta de imaginación. Afortunadamente, el ilustrador no se rindió y a base de constancia e ingenio tuvo un primer triunfo con Mickey Mouse, no solo en dibujos sino también comercializando su imagen en diferentes productos, lo que actualmente se considera merchandising.
En 1937 llegó su primer largometraje: Blancanieves y los siete enanitos. Con este estreno, vaticinó que la animación podía ser un género en sí mismo y, efectivamente, en la actualidad la animación tiene un gran peso en la industria. Aunque no fue el primero, Blancanieves fue, sin duda, el más famoso.
Tras varios títulos animados, Mary Poppins fue la primera cinta con actores de verdad y, además, Disney decidió confiar en la televisión como medio para difundir sus producciones y llegar a más gente. Por ello, no es de extrañar que, igual que él apostó por la televisión años atrás, hoy la compañía apueste por la plataforma como mecanismo para llegar a más hogares. Hasta ahí todo sigue la misma lógica.
Calidad, servicio y experiencia: diversión mágica
Pero Walt Disney no solo pretendía hacer cine. Su sueño iba mucho más allá. Ya en los 40, empezó a proyectar un parque de atracciones basado en sus personajes para que sus empleados pudieran deleitarse durante el tiempo de ocio con sus familias.
De esta manera, la marca Disney no es una colección de películas. Es una experiencia: es un imperio de diversión mágica en el que priman la calidad y el servicio. Además, con la adquisición de Pixar, Marvel, Lucasfilm y 21st Century Fox, el reino no para de crecer, ampliando sus posibilidades.
“Nuestro mayor recurso natural es la mente de nuestros niños”
Walt Disney era un firme defensor de los más pequeños, ya que la ilusión de los niños de hoy se convertirá en la mente de los hombres de mañana. Por eso, adquiere tanta importancia el bienestar de la infancia, la educación y la protección de sus derechos.
El artista, de hecho, destacaba los valores de las cuatro ces: curiosidad, confianza, coraje y constancia. Su creatividad desbordante estimula la curiosidad: tanto su trayectoria como sus personajes invitan a observar, descubrir y explorar. Además de subrayar la necesidad de la curiosidad como generador de oportunidades, siempre remarcó el alcance de la confianza: “si puedes soñarlo puedes hacerlo”.
De este modo, el creador de sueños no dejó de animar a soñar y a creer en los sueños, a la vez que enseñaba a los más jóvenes a ser independientes. Pero no hablaba de sueños en etéreo, sino de buenas ideas por las que hay que trabajar con constancia –como hizo él– y tener el coraje de sacarlas adelante. Su recorrido profesional estuvo lleno de ingenio, innovación y perseverancia, hasta lograr construir el mayor dominio de fantasía infantil.
Por todo esto, cuando apareció la campaña publicitaria de Disney+ de 2022 que anunciaba “historias que esperas + historias que no imaginas”, cualquier fiel seguidor de esta marca esperaba nuevas propuestas llenas de inventiva, y de los valores que defendió en vida su creador. Así que, una vez hemos visto lo que la plataforma nos ofrece, tenemos algo que decir:
Efectivamente, Disney, no nos esperábamos estas historias.
Si Walt levantara la cabeza…
Hasta la fecha, el sello Disney había sido garantía de imaginación, de originalidad, de inocencia y de trabajo bien hecho. La gran sorpresa ha llegado cuando la compañía, primero en la plataforma y luego en el cine, ha decidido desvincularse de las motivaciones de su creador y mimetizarse con el resto de oferta de contenidos.
Disney+, con esas historias que no esperábamos, ha decidido incluir en su catálogo, lo que hasta ahora no tenía cabida. En esa línea, el inicio de Pam y Tommy, por ejemplo, advertía de lo siguiente en su primer episodio: “incluye lenguaje explícito, tabaco, desnudez, situaciones sexuales y temas maduros”.
Exactamente, ¿cuál es el propósito de generar estas series? Ya es el colmo tener que incluir controles parentales en la plataforma que se supone que vela por los niños, ya que así lo ideó Walt Disney.
Pero seamos honestos, las escenas explícitas no son realmente el peor problema de los últimos lanzamientos, ya que suelen ir precedidas de una advertencia y el espectador puede decidir no dar una oportunidad al producto.
“Piensa más allá de lo obvio»
La problemática real a la que se enfrenta la infancia que consume series y películas de Disney gira en torno a las ideas. Si su creador apostaba por la originalidad, el ingenio, por estimular la curiosidad y, sobre todo, por pensar más allá de lo obvio, sus sucesores parece que quiere lo contrario.
Así, la plataforma ha empezado una dinámica en la que la cantidad empieza a pasar por encima de la calidad y ofrece historias ligeras, exactamente iguales, o muy parecidas, a las que hay en la competencia. En esta línea, nos encontramos con que las narrativas son superficiales, predecibles y llenas de estereotipos.
Además, no cesa en su empeño de incluir ideologías en todos sus títulos, de manera forzada y reiterada, sin dar la posibilidad a los niños de descubrir, o de pensar por su cuenta. Raro es el producto, hoy en día, que no tiene lecciones LGTB, intentos de “empoderar” a la mujer o conductas frívolas con apariencia de sensatas.
Con este nuevo catálogo, la marca Disney ha perdido esa esencia que la hacía única y ha dejado de ofrecer una diversión mágica que fomenta la imaginación. Walt Disney incitaba a apegarse a una buena idea y trabajar en ella hasta que estuviera hecha correctamente y, ahora, la compañía no presenta propuestas que alienten a tener buenas ideas –o ideas, en general– ya que impiden pensar fuera de lo que ellos quieren que se piense. Y hasta su modo de presentar los relatos cada vez parece menos trabajado.
Aunque no hay que negar este sello sigue teniendo títulos prometedores y que valen la pena (un buen ejemplo es la reciente Paralelos desconocidos), es inquietante el rumbo que ha tomado y que a veces imposibilita distinguir si uno ha entrado en Disney+ o en Netflix. Si “nuestro mayor recurso natural es la mente de nuestros niños” y estas se alimentan de los contenidos que ahora mismo propone la marca, ya podemos asustarnos con el prototipo de hombres y mujeres que habrá el día de mañana.
Una vez más, teníais razón: no nos esperábamos estas historias.
Firma: Patricia Amat