En febrero de 2025 llegó a la gran pantalla Flow, un mundo que salvar, una de esas gratas sorpresas que deslumbran en la animación en un contexto liderado por grandes compañías.
Más allá de las cualidades cinematográficas, la historia de este gato negro que se ve empujado a subsitir en un mundo inundado, donde no queda rastro de los humanos, propone un listado de cuestiones sobre las que sensibilizar al público y con un tacto para que los más pequeños también pueda sumergirse en ellas. Es por eso que, en el presente blog de Contraste, hemos considerado oportuno embarcarnos en una exploración de este particular universo animado, en la que proponemos diversas preguntas para trabajar.
Hablamos de “postapocalíptico” pues en Flow nos hallamos en un mundo inundado en el que naturaleza y los restos de civilización se han fusionado, pero las ruinas son la única prueba de la previa existencia de personas.
Gints Zilbalodis crea este ambiente de una forma casi documental, siguiendo a los distintos animales acostumbrándose a sus nuevas vidas y encontrando la belleza en aquellas cosas que aún permanecen. Es justamente ese espíritu de superación lo que acerca a la obra a una utopía y desde esa positividad se invita a reflexionar sobre qué ha llevado a que todo termine de esa forma, mientras se sustenta un mensaje ecologista.
¿Cuál podría ser la causa de que las aguas suban de caudal?
Esa subida del nivel del mar se puede llegar a interpretar de distintas maneras, pero todas ellas vinculadas a los efectos de la acción humana en la naturaleza y el cambio climático acelerado por dichas actividades. A pesar de no aparecer, la huella que han dejado las personas permanece presente y afecta a los supervivientes. Y todo ello encuentra un reflejo directo con la que estamos sufriendo: los altos niveles de contaminación, la desaparición de zonas verdes a causa de la deforestación, el deshielo de los casquetes polares… La cuestión es atender a un daño que amenaza con ser irreparable y afecta a nuestra apreciada naturaleza.
Ante los problemas que sufre el planeta, ¿qué podemos hacer?
El enfoque documental del film se siembra desde el primer momento, ya que se rehuye cualquier tipo de antropomorfismo con los animales. Aquí ellos no hablan y la cámara los sigue como si de un reportaje se tratara, sumergiéndose en un espacio diseñado de forma envolvente. Se nota un trabajo de documentación respecto a la actitud y las reacciones de las distintas especies. Prima ante todo el naturalismo.
¿Cuáles serían las diferencias entre un gato antropomorfo y uno realista?
La aproximación al reino animal se hace desde la observación como punto de partida para entender las distintas interacciones o formas de convivencia con el entorno, así como exponer esas “leyes naturales» que propician dinámicas o comportamientos concretos. A pesar de que luego se expone un mensaje de unión y entendimiento con un fin narrativo, se muestran situaciones habituales en la convivencia entre especies: los perros persiguen al gato, los lémures coleccionan objetos diversos y los protegen del alcance del resto, se impone una ley de liderazgo y del más fuerte en la misma manada o bandada.
A partir de esa aproximación, se comienza a trabajar sutilmente en las emociones de los animales que van configurando la pequeña tripulación de Flow. La construcción previa de todo lo circundante permite que, una vez nos adentramos en esa dimensión, los sentimientos de los animales conecten con una universalidad ante la que el espectador puede empatizar y meditar.
¿Qué personalidad tienen los animales de la película?
Al partir de la cooperación con la que los personajes protagonistas van juntando a su pequeña tripulación –una cooperación cuya existencia está probada en la naturaleza, si bien aquí pueda estar ficcionada puntualmente en favor de la narración–, se abre un espejo para el espectador y sus principios. La unión se fundamenta en la empatía y la solidaridad, fuerzas esenciales para el correcto funcionamiento y el enriquecimiento mutuo dentro de cualquier sociedad. Eso da paso a atender a cómo distintas especies se juntan y, de forma alegórica, pueden llevarnos a pensar en la relación entre las distintas poblaciones y nacionalidades globales. No es una cuestión de dependencia, sino de remar en equipo hacia el mismo fin, aunque después sendos caminos diverjan.
Con esa actitud, se cimenta la fortaleza para lograr superar los obstáculos de la vida –en el caso de Flow, la travesía en la embarcación es la vida misma– y el peor de los escenarios posibles. Se lanza así un mensaje de resiliencia. El gato negro (o gata, puesto que no se aclara y se deja a elección de cada uno) que dirige al espectador por las vicisitudes de la película es un ejemplo de superación –ante el duelo, la pérdida, los miedos– y la posibilidad de incorporar valores que favorezcan la convivencia.
Flow, un mundo aparte comienza y termina con un mismo plano: el reflejo del gato sobre un pequeño charco de agua. Sin embargo, la segunda vez ya no está solo y sus camaradas se van uniendo uno a uno. Ese sencillo cambio en un plano casi exactamente igual pone el broche a la cinta y pasa el testimonio a la audiencia. Ahora es ella quien debe decidir:
¿Qué se extrae de esta entrañable aventura?
Firma: Yoel González