Win win ganamos todos

Un film plenamente Tom McCarthy y no sólo porque es uno de los productores, el autor del argumento junto a Joe Tiboni y el escritor del guión, así como el director, sino también porque la película responde a la línea humanista de sus dos anteriores trabajos tras la cámara (McCarthy es, por otra parte un prolífico actor). En Vías cruzadas se fragua ese sentido del humor en medio de un conflicto de soledad –como también sucede en parte en Up, en cuya historia participó-, mientras que en The visitor se solidifica su sentido del drama en conexión con el mundo contemporáneo. Win win ofrece todo lo anterior, con el añadido de la subtrama de superación a través del deporte; McCarthy y Tiboni eran compañeros en el equipo de lucha libre.

Sin citar la actual crisis económica, reconocemos sus efectos en las vidas de los personajes; sin citar la actual crisis de valores, el guión dibuja sus secuelas sobre todo en el núcleo familiar y más débil (ancianos y niños); sin citar lo determinante de tener un sistema de valores sólido e incluso religioso, el film manifiesta su funcionalidad a pequeña y gran escala. En este sentido, Win win, ganamos todos no explicita pero sí que visibiliza la rotunda importancia de la familia, de la amistad, de querer ser apoyo y ayuda para los demás, a través de una vigorosa y compacta caracterización de sus protagonistas. Unas personas con defectos, carencias, pero (sobre todo el matrimonio Flaherty) con un gran corazón y sentido de la rectitud moral, a veces empañado por la presión los números rojos en los seres queridos.

Tom McCarthy logra un perfecto equilibrio entre comedia y drama, con respiros en las escenas deportivas, en un conjunto filmado con sencillez y cierto toque indie, aunque sin salirse de un modelo o estructura más convencional. Pero eso no importa, porque el director y actor de New Jersey imprime una autenticidad, simpatía y gracia a unos diálogos frescos, divertidos y con unas cuantas verdades escondidas. Ahí no puede obviarse una gran loa al reparto, que desde el cotidiano Giamatti, a Amy Ryan, pasando por Jeffrey Tambor o Cannavale y los jóvenes actores fotografían una galería de geniales perdedores, que en realidad son genuinos triunfadores.

Firma: Lourdes Domingo