Una noche en el viejo México

El segundo largometraje que dirige Emilio Aragón adolece de los mismos defectos de guión que el primero, Pájaros de papel. Una mezcolanza de influencias, homenajes a películas clásicas demasiado cercanos al plagio y un cúmulo de incoherencias en los personajes, diálogos y escenarios que hacen que la película se sostenga con mucha dificultad.

Mientras viajamos hacia México repasamos involuntariamente los planos que hemos visto cientos de veces en diferentes road-movies (Thelma y Louise, por citar una de las más populares) y al cruzar la frontera ya nos temíamos que llegaríamos a un pueblo donde estuvieran celebrando el día de los muertos, recurso étnico-exótico utilizado en producciones tan “elevadas” como los Asesinos de Stallone y Banderas.

La historia humana, también repleta de tópicos, recurre al choque generacional (a años-luz de la reciente Nebraska o incluso de Esencia de mujer) o al contraste campo-ciudad (con un Jeremy Irvine que con mucha benevolencia nos puede recordar al Mississipi de El Dorado).

Todo el aparato sentimental, bienintencionado desde luego, repasa la idea del perdón, del respeto a todo tipo de personas, el carpe diem, la vejez y la enfermedad… La pega es que, en coherencia, eso sí, con el resto del film, todo suena a tópico y está plasmado de un modo torpe y desconcertante.

En definitiva, un puzzle nada innovador e incluso bastante chapucero al que no salvan ni las interpretaciones de Robert Duvall ni de Luis Tosar, ya que es difícil no sentir cierta pena por ellos viéndoles lidiar con un guión tan pobre.

Firma: Esther Rodríguez