Un sueño posible

Llega a la gran pantalla una nueva novela (The blind side: evolution of a game) basada en hechos reales, en los que el deporte es un catalizador de valores. Como una gran producción al estilo de Invictus de Eastwood, Hancock (que precisamente escribió un guión con él, Medianoche en el jardín del bien y del mal) despliega el espíritu americano por doquier: deporte, familia y relaciones interraciales.

Michael Lewis relata en su libro la historia de la familia Tuohy, y Hancock (El novato y Un mundo perfecto) hace una adaptación donde deja más de lado la evolución del fútbol americano como sistema de juego. La película es amable de principio a fin, pues no carga las tintas en hacer un retrato excesivamente crudo de los orígenes de Michael ni en subrayar con exageración la hipocresía de los amigos adinerados de los Tuohy. Sin embargo, no cae en crear una atmósfera dulcicolor, lo que permite que se vea como una historia donde las personas intentan ser buenas, impulsadas muchas veces por sus convicciones cristianas, y donde a pesar de la diversidad son capaces de sacar adelante proyectos en común.

Un sueño posible no esconde su factura comercial, de llegar al gran público, ni pretende dar lecciones definitivas sobre solidaridad, como si el público las desconociera. El hecho de que Leigh Anne y Sean sean reales hace aún más esperanzadora la historia. Los actores convencen en sus papeles, desde Sandra Bullock, en su trabajo sobre el acento sureño, o Quinton Aaron, en el que es su primer papel protagonista.

Como curiosidad, el equipo de producción decidió filmar la secuencia de las ofertas de los entrenadores universitarios a Michael con los propios entrenadores.

Firma: Lourdes Domingo