En 2012, una joven pareja fue lapidada en Aguelhok (Mali) por un grupo terrorista islámico, debido a un grave delito contra la ley musulmana. En este hecho se basa la película de Sisakko, que aparece en las salas de cine en un momento especialmente delicado en lo que al yihadismo se refiere. Timbuktu denuncia esta situación, pero también demuestra que la religión musulmana no se reduce a las imposiciones de su ala más radical.
El filme arranca con una bien planeada metáfora: unos soldados de la yihad persiguen, en su furgoneta, a un cervatillo que corre y trata de esquivar sus balas. Uno de los soldados explica que se trata de “cansarle, pero no matarle”. Esta imagen cobra todo el sentido en bastantes de las escenas posteriores, especialmente con la de la huída de una niña.
El director no tiene miedo de recrearse en grandes planos generales bastante duraderos, así como en constantes escenas de silencio. Parte del dilema moral de la historia radica en el concepto de la justicia: la abismal diferencia entre aguardar la “justicia divina” y la impaciencia de tomarse “la justicia por la mano”. Está claro en qué bando está el terrorismo. Al hilo de esto hay una brillante escena de un líder musulmán, un hombre realmente religioso, que no comprende el porqué de tanta violencia y destrucción por parte de sus supuestos hermanos.
En este sentido, la violencia con que se califica esta película tiene más que ver con la actitud intolerante y prohibitiva del grupo islámico radical que con las escenas violentas en sí. De éstas últimas, podríamos destacar las escenas de disparos; secas y sin sangre, pero que dicen mucho del odio y la disposición de los futuros verdugos. Aunque, sin lugar a dudas, la escena más estremecedora es la de la lapidación: una secuencia cruenta ante la cual sólo surge la impotencia. Nosotros, los occidentales, saltaremos como un resorte y echaremos de menos a ese hombre que trazó la línea en la arena y retó a los ejecutores: “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
Puede que en eso, y sólo en eso, tengan fundamento los famosos valores, como la tolerancia, el respeto y la dignidad humana, de los que tanto alardeamos.
Firma: Josepmaria Anglès
En los alrededores de Tombuctú, que ha caído en manos de extremistas religiosos, Kidane vive tranquilamente en las dunas, con su esposa Satima, su hija Toya e Issan, su hijo pastor de 12 años. En la ciudad, los habitantes padecen el régimen de terror impuesto por los yihadistas. Prohibido escuchar música, reír, fumar e incluso jugar al fútbol.
