The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro

Marc Webb logró en 2012 que el Spider-Man de Stan Lee y Steve Ditko rebrotara con éxito y bastante solvencia por parte de la crítica y, sobre todo, del público. Comprometido con Sony para cuatro entregas (la última de las cuales está poco clara), Webb ha llevado a término una segunda parte saturada de acción (mucha secuencia estridente y de realización en entorno de videojuego), estirada en la trama romántica (aunque el final justifica, en parte, tanto “ahora sí, ahora no”) e interesante en cómo reconduce la búsqueda del protagonista de su identidad (de focalizarse en el pasado a mirar hacia el futuro).

El director de 500 días juntos ha renovado a su equipo de guionistas con el aterrizaje del clan Abrams (J.J.): Alex Kurtzman y Roberto Orci, pero también Jeff Pinkner, que ha estado presente como productor y guionista en Alias, Perdidos y Fringe. Aunque el guión mantiene la continuidad con el estilo cómico de su predecesora, El poder de Electro acentúa dos aspectos que podrían parecer contradictorios: el guiño o aproximación al público adolescente y el tono más dramático (trágico), lo que acerca el argumento a la trama universal de “amor imposible”.

Webb, labrado como director de videoclips, muestra su habilidad para construir planos y encuadres sugerentes de la ciudad de Nueva York, sobre todo a través de una fotografía que no disimula un look publicitario contenido y, a la vez, efectivo. También logra que los actores escondan las carencias o fugas del guión (esas pequeñas reiteraciones, alguna exposición más plana de antagonistas o de microconflictos y las secuencias de videojuego) y conecten con el espectador joven, que encuentra en The Amazing Spider-Man una historia en la que mirarse de manera más adulta e inteligente, aunque no lo parezca, que otras franquicias literarias para adolescentes que nos han inundado en los últimos años.

Esta secuela de superhéroes no es la mejor que se ha visto en la historia de las adaptaciones de cómics al cine, pero es una película entretenida que plantea cuestiones vitales con un enfoque simple pero esperanzador como punto de partida. Eso sí, la obsesión por sobrepasar los 120 minutos pasa factura. Son demasiados.

Firma: Lourdes Domingo