Skyfall

Sorprendió la decisión de Sam Mendes de dirigir la última entrega de James Bond, Skyfall. El cineasta inglés siempre ha estado detrás de largometrajes de autor, intimistas, que radiografían, sin tabúes, las miserias humanas como hizo en American beauty o Revolutionary road. Sin embargo, Mendes también maneja bien las escenas de acción y la espectacularidad, como demuestra en este taquillazo. Son remarcables, por ejemplo, la caída de Bond por un precipicio, el descarrilamiento de un metro o las impresionantes vistas del skyline de Shangai.

Como ya ocurrió en las dos últimas entregas de Bond, desde el relanzamiento de la saga con Daniel Craig, el personaje de Ian Fleming adquiere una dimensión más profunda. En este sentido, se aleja de los descarados clichés sexistas, ahora en más consonancia con la actualidad, y pone más énfasis en aspectos personales del agente 007. En Casino Royale se enamoraba sinceramente de Vesper, en Quantum of Solace sentía sed de venganza por ella. Ahora, conocemos más a su familia y su relación con M tiene mayor protagonismo.

La trama contempla realidades contemporáneas como la amenaza de los hackers, la seguridad de los sistemas informáticos o la invisibilidad del enemigo, porque éste ya no es un país o una ideología como ocurría en el pasado. A pesar de ello, detrás del entramado conspirador está Javier Bardem, que borda el papel de cínico perturbado al igual que en No es país para viejos, con la que ganó el Oscar.

Sin llegar a la altura de Casino Royale, Skyfall no defrauda. Sigue el estilo Bond con su fama de seductor, coches preciosos, trajes impolutos, fiestas fastuosas y mujeres guapas pero también inteligentes. Lo mejor, las escenas de acción y una correcta trama donde coge relieve la siempre interesante M.

Firma: Montserrat Bros