Sinister 2

Scott Derrickson y C. Robert Cargill crearon en 2012 un inquietante entorno donde el mal aparecía bajo la inocente mirada de los niños. Sinister resultó eficaz, aunque algo decepcionante para los que buscaban la sugestión visual y la fuerza argumental de El exorcismo de Emily Rose. En 2014, Derrickson intentó hacer algo parecido con Líbranos del mal, pero se quedó a medio camino.

Sin embargo, ahora, Sinister 2 se presenta directamente como una secuela con ganas de saga. De hecho, la dirección se ha entregado a un casi debutante Ciarán Foy que se encarga de mecanizar los sustos y las subidas de volumen para agitar la sala de cine.

Es justo decir que el guión intenta mantener una mínima consideración hacia al caracterización de personajes y conflictos. Del mismo modo, Derrickson y Cargill apuestan, de nuevo, por hacer del cine, de la cámara y de la pantalla dispositivos de perpetuación del terror y del mal en el mundo, en una irónica consideración muy metalingüística.

No obstante, lo que resulta menos sustancial es el planteamiento escatológico del film. En Sinister 2, el Bughuul es menos verosímil y se descuelga del paradigma religioso, a pesar de la insistencia en rodear los escenarios de iconografía católica. De hecho, casi en la apertura, un sacerdote le dice al protagonista que “No se puede vencer el mal, solo protegerse de él”; una afirmación bastante alejada de las soteriología cristiana.

En definitiva, esta parte de la filmografía de Scott Derrickson se aleja de la sugerencia y se adentra en el territorio de la entrega anual y comercial para Todos los Santos. Incluso su inquietante perversión del candor infantil pierde el destello que conservaba de otra casa, la de Otra vuelta de tuerca.

Firma: Lourdes Domingo