Por fin una película española “de guerra” nos ha dejado particularmente impresionados. En primer lugar porque es, además, un thriller dentro de una determinada fase bélica, y en segundo lugar porque su puesta en pantalla, basada en un concienzudo guión, ha acaparado poderosamente nuestra atención desde la primera imagen hasta el último de los créditos finales.
Ya es mérito y atrevimiento situarse en unos imaginarios sucesos acontecidos hace casi 70 años, en una fase posterior a nuestra triste guerra fraticida, y en la que unos cuantos voluntarios españoles se alistaron en la División Azul para luchar en Rusia contra el comunismo. Temas de nuestra historia, desconocidos para la mayoría y que escasos supervivientes pueden recordar.
Gerardo Herrero, quien ya consiguió la Biznaga de Oro a la Mejor Película en el Festival de Málaga del año 2006 por Los aires difíciles, ha logrado en esta ocasión un excelente film, tratado con buen pulso cinematográfico y apoyado en un cuadro de actores de merecido prestigio. Tanto Juan Diego Botto como Carmelo Gómez imprimen fuerte veracidad interpretativa a sus respectivos papeles.
Mención aparte y atención especial requiere la durísima secuencia en la que varios soldados hacen apuestas a lo que ellos denominan “la violeta”, jugándose la vida con un sola bala en el revólver… y lógicamente con fatales consecuencias. Apta sólo para espectadores con la cabeza bien amueblada. Ténganlo en cuenta y no olviden la frase que inicia la primera fase de la película: “Mira que te mira Dios…”
Firma: Joaquín Guitart
Frente de Rusia, invierno de 1943. Un batallón de la División Azul se topa con una serie de cabezas de caballos esparcidas sobre la superficie congelada de un lago. Los cuerpos están sumergidos bajo el hielo. Junto a uno de los caballos, el cadáver de un soldado español. Un tajo le atraviesa el cuello de lado a lado, y en el pecho tiene una inscripción grabada a cuchillo: “Mira que te mira Dios”. Los mandos encargan la investigación al soldado Arturo Andrade (Juan Diego Botto), exinspector de policía, que asume la tarea con rigor y profesionalidad, ayudado por el sargento Espinosa (Carmelo Gómez).
Pronto, ambos descubren que detrás de este asesinato se oculta una perversa venganza que se remonta a agravios acontecidos en el pasado, y que no parece que se vaya a detener en un único cadáver. Nadie está libre de sospecha ni nadie puede sentirse seguro. Y así, en medio de la cruel contienda, se inicia la caza del asesino; una búsqueda en la que hasta el final no descubriremos quién es el cazador y quién el cazado.
