Tercer largometraje del joven cineasta de color John Singleton (nominado para el Oscar de Hollywood por su ópera prima Los chicos del barrio, 1991), uno de los representante del “otro” cine negro norteamericano. Tras su más lírico y desapercibido segundo filme Justicia poética (1993), este realizador con título universitario (como el cabeza de fila Spike Lee y su coetáneo Mario van Peebles) vuelve a mostrar su brillante oficio cinematográfico con una nueva película contundente, que capta con creces cierta vida cotidiana universitaria USA, con sus fiestas, clases, ceremonias, dificultades económicas, becas deportivas y un largo etcétera, en el que están incluidos la formación profesional y el desarrollo del pensamiento político de los estudiantes.
La puesta en escena, de estilo realista y cuasi documental, cuenta con nada menos que 30 canciones de categoría, y una interpretación de primera línea que encabeza un reparto de jóvenes de ambos sexos y distintos colores. Pero donde parece fallar Singleton es en su discurso crítico y poca ambición intelectual. El continente (pues ha contado con el fuerte capital de la “major” Columbia Pictures, como ya es habitual en las películas de los “contestatarios” realizadores de color) está muy por encima del contenido. La denuncia que ofrece sobre el racismo en la sociedad estadounidense (cuya Universidad es un reflejo) resulta demasiado obvia y apenas aporta elementos de juicio ni ningún estudio convincente de mentalidades.
La superficialidad, por tanto, que denota el filme (pues no tiene otras connotaciones sociales) es escalofriante. Asimismo, la violencia atroz que se desata al final y las escenas eróticas (que aquí adquieren visos de equívoca reivindicación feminista en los pasajes lésbicos que también incluye) dan a la tópica narración un carácter harto desagradable. Por otro lado, tampoco desarrolla la solidaridad y el compañerismo que apunta, haciendo más hincapié en el odio y la venganza de los protagonistas. No sé adónde piensa ir John Singleton con su obra; lo que sí se aprecia explícitamente es una “semilla de rencor” (parangonando su título español), que no conduce a ninguna parte, ni como pieza artística ni como retrato de una problemática social que no va más allá de lo ya conocido. Para esto, la Columbia no merecía haberse gastado tanto capital.
Veremos cuál va a ser el futuro de este cineasta de color en aras a defender la dignidad de su sufrido pueblo a través de las duras imágenes fílmicas. Asimismo, poco después, se estrenó otra cinta análoga, aunque de carácter más comercial: Lobos universitarios (1993), de David S. Ward, que levantó una gran polémica en USA al ser cortada la escena en que unos jóvenes “suicidas” se tumban en la carretera leyendo una revista, y la cual sería “imitada” en América con el balance de dos víctimas mortales. En España se pasó con los planos censurados. Y en la temporada siguiente sendos filmes de sus coetáneos de la última “hornada” de cineastas de color USA: Crockers (1994), del referido Spike Lee, donde trata sin ambigüedades sobre los “camellos” adolescentes en el tráfico de drogas en Los Ángeles; y Esperando un respiro (1995), debut como realizador del actor Forest Whitaker, con Whitney Houston y Angela Basset como principales protagonistas, que narra las desventuras sentimentales de cuatro mujeres “liberadas” de clase media, que viven igual que las blancas de su generación. Ambas películas no escatiman violencia y permisividad sexual.
Firma: Redacció
América, años 90. Relata las desventuras entudiantiles y sentimentales de un grupo de alumnos de primer curso de la Universidad de Columbia, pertenecientes a diversas razas y clases sociales. La tragedia comienza cuando cuatro neonazis de ese famoso campus de Ohio se enfrentan con los estudiantes de color, estallando la latente discriminación y contenida violencia raciales.
