Es una notable película del veterano cineasta revolucionario Julio García Espinosa (El joven rebelde, Aventuras de Juan Quin Quin), con la que este antiguo cabeza de fila del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica logró el Gran Premio del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva ’94. Se trata de una crónica sociopolítica de la Cuba actual, realizada con pocos medios aunque con talento fílmico y agudeza intelectual.
Rodada en los todavía bellos escenarios naturales de una muy deteriorada La Habana (la plaza de la Catedral, el Capitolio, la sala de fiestas Tropicana, el histórico puerto), evoca con cierto lirismo, simbología crítica y tono documental el triste status del país. La interpretación resulta muy natural, así como la intervención del perro amaestrado Capuli. Reina y rey viene a ser un canto al pueblo cubano: los que han sufrido y todavía sufren el sistema de Fidel Castro, y aquellos que han huido a Estados Unidos, pero todavía añoran nostálgicamente y vuelven para visitar su empobrecida isla.
Con secuencias tan emotivas como el encuentro entre la sirvienta y los amos, o tan dramáticas como la visita a la perrera y al basurero de la capital, el realizador cubano no tiene pelos en la lengua, a la hora de exponer la miseria económica y moral -desde las colas del racionamiento y los apagones de luz, hasta la prostitución (aunque evita las concesiones)- a la que se encuentra sometido el país. No obstante, en su discurso denunciatorio incide más en el boicot económico norteamericano que en los defectos del régimen castrista que, con todo, ha permitido realizar esta película testimonial.
Hace treinta años, Julio García Espinosa declaraba: “Un filme no hace una revolución. Ni tampoco puede hacerla un hombre solo; ni tal se puede hacer de la noche a la mañana. Sin embargo, un hombre y un filme deben proceder como si pudieran hacerla hoy mismo”. Pienso que, en la actualidad, este un tanto desencantado cineasta sigue realizando películas en favor de una nueva Cuba, que el cine político-oficial de esos años no contribuyó a edificar. Esperemos que, al menos, sea también testigo del futuro cambio.
Firma: Redacció
La Habana, años 90. Una mujer mayor (a la que todos llaman “Reina”) vive pobremente en la casa que abandonaron sus antiguos señores (exiliados en Miami), con la entrañable compañía de su perro. Sus enormes dificultades de subsistencia (sin ingresos laborales y con verdadera hambre) le hacen plantearse entregar su “rey” a la perrera municipal. Pero la llegada de sus antiguos dueños (que quieren llevársela como sirvienta a su mansión en Florida) transtornará su vida cotidiana.
